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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La marginación

Una de las preguntas interesantes de la jornada, sobre todo para Galicia –toda– y sus habitantes, es la de qué dirán ahora quienes perdieron el oremus y aclamaron recientes visitas gubernamentales para anunciar expectativas que sabían falsas. Cierto que más apasionantes aún podrían ser las respuestas –bien en forma de excusa o de silencio, que aún suena peor–, pero, tras conocerse la noticias acerca de la decisión del Gobierno de marginar al sur de esta tierra a la hora de mejorar las comunicaciones terrestres, no cabe sino insistir en que este equipo, como otros hubo antes, no le conviene en absoluto al Noroeste peninsular, sean cuales fueren los colores políticos de sus correspondientes ejecutivos.

Esto es algo que no acaban, parece, de asumir incluso los empresarios, que insisten en anunciar, reiterándolas, sus intenciones de alianza cuando está ya más que comprobado que no sólo no funcionan, sino que en la práctica ni alcanzan el papel, o faltan las firmas. Y es que la causa de la lejanía, además de la obviedad geográfica, es la debilidad de las estructuras sociales, que a diferencia de otras –la levantina, por ejemplo– hacen algo más: apretar, con su capacidad de influencia, sobre aquellos que toman las decisiones. A veces incluso pretendiendo privilegios que no les corresponden, pero sabedores de que para que alguien ejerza la virtud de no dar, antes debe practicarse el vicio de pedir.

Sin duda, en el Mediterráneo –quizá porque allí llegaron los fenicios–, saben comerciar, manejando todo tipo de recursos, incluidos por supuesto los intereses electorales del exigido. Lo que no quiere decir que gallegos y gallegas no lo hagan bien, sino que tienen menos bolsa. Pero conste que la gravedad de la decisión que acaba de publicar este periódico no es sólo lo que en sí misma contiene, sino el hecho objetivo de que retrasa, como mínimo, aún más la comunicación con los mercados europeos –y viceversa– para las mercancías que desde aquí se envían o aquí se reciben. Y esto es demasiado serio como para que alguien se quede fuera de una reivindicación que precisa una solución lo más rápida posible.

Ítem más. El remedio ha de ser del todo eficaz, por supuesto, y en ese sentido procede. recordar que la A-6, cerca del Macizo Galaico, está cortada sine die, por más que se prometa, y hasta se jure, otra cosa. Expuesto cuanto precede, resulta inevitable insistir, a riesgo de la reiteración, en que las expectativas de Galicia, como las de otras comunidades, no pueden calificarse como buenas. Y no se pretende en absoluto sugerir conspiraciones judeo/masónicas –que con este Gobierno serían en todo caso social-podemita–, sino sencillamente que la actual coyuntura parlamentaria y su aritmética “Frankenstein” son especialmente desfavorables para todos los demás..

El motivo es claro. Dependiendo el equipo del señor Sánchez del voto catalán separatista, del vasco independentista en su doble variante y de algunos grupúsculos más, el paisaje es tan feo que ni siquiera se ajusta al refranero. A día de hoy, en España, quien paga no manda: manda en última instancia el que cobra. Y, mientras eso siga así, quien quiera que hable de la marginación de Galicia no sólo tendrá, seguramente razón, sino que más le vale ponerse a cubierto, porque lo que viene es técnica y socialmente peor que lo que hay. Al menos, y quién sabe, hasta las elecciones generales, cuando toquen, y no se van a convocar hasta que mejoren las cosas para aquellos que sólo pretenden mantenerse donde están aunque digan otra cosa.

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