Faro de Vigo

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Alberto González-Garcés Santiso

César Portela y la luz

Oía explicar a César Portela sus obras arquitectónicas en Vigo después de recordarnos el hermoso verso de Charles Baudelaire: “Hombre libre, tú siempre elegirás el mar”. César Portela siempre que pudo eligió el mar. En su vida, en sus estudios y en sus proyectos. Y quizá por eso muchas de sus obras están a sus bordes. Ya sea en su orilla o incluso dentro de él como en el caso del Faro de Punta Nariga, en plenas batidas rocas de Malpica.

Con su voz clara y pausada, aunque reflexionaba que en Vigo, al igual que en otras muchas ciudades, no se sacó suficiente partido a su relación con el mar y la ría, iba explicando sus edificios construidos en la ciudad y su entorno: Edificio base de buque cablero en el puerto; Museo del mar; Casa de las palabras; Residencia gerontológica de Barreiro; Facultades de Minas y Telecomunicaciones; Ampliación del Aeropuerto; Auditorio Mar de Vigo; Centro Tecnológico del Automóvil en Porriño; Rehabilitación de las Islas de San Simón y San Antón; Casa de la Cultura de Cangas…

En todos ellos, explicaba, después de analizar a quién iba destinado, qué utilidad quería dársele y dónde iba a construirse, “las necesidades y el lugar”, comenzaba su estudio, su carrera de fondo, para diseñar intelectualmente los volúmenes, los espacios, la ubicación e introducir conceptos tales como la accesibilidad, la acústica, la visibilidad, las vistas de fuera a dentro y de dentro afuera…

Y mientras hablaba yo pensaba en la luz. No la mencionaba tanto, pero a mí en la arquitectura de César Portela me atrae, me entusiasma, su luz. La exterior y, sobre todo, la interior. Sí mencionaba el cuidado que pone en sus obras para que se integren bien en su ubicación, en el paisaje. Y que las luces que emitan y que reciban no sean estridentes, que no rompan el entorno. Pero yo considero, además, que como en el caso de la arquitectura de Álvaro Siza, el aspecto exterior de sus edificios y construcciones no refleja el diluvio de luz que se percibe desde dentro.

Pongo como ejemplo el Auditorio Mar de Vigo. Su sobrio aspecto exterior no hace prever la explosión de luz que se percibe desde el vestíbulo interior, desde donde, además, se puede ver el puerto y ría de Vigo en un esplendor inusitado. Lo mismo ocurre en otros de sus edificios. Los ventanales de la Residencia gerontológica de Barreiro, los pasillos de las escuelas de Minas y Telecomunicaciones…

Sí habló de las vistas desde los ventanales de piedra del Museo del Mar. Esos espectaculares cuadros abiertos en sus muros desde los que se puede ver la ría en todo su apogeo. Pero por donde también entra la luz. Como entra la luz en las amplias salas del Museo. No sé como lo hace. Pero, o tiene el don, o estudia concienzudamente como introducir la luz y hacerla llegar a raudales hasta donde él quiere.

*Instituto de Estudios Vigueses

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