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Francisco García Pérez opinador

Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Día del a grito pelado

(Aviso de ironía) Es mi deseo ayudar a todos aquellos humanoides compatriotas que –sin descanso y a deshoras y pudiendo sin trastorno evitarlo– meten ruidos atronadores, estrépitos que te rilas, solos o en compañía de máquinas. Seamos progresistas de verdad, recoñe, anticipémonos a la postrera explosión, la del fin del planeta. Demos los españoles una lección más al mundo mundial, tan tiquismiquis y melindroso respecto de los canglores, cantaletas, garlidos, zurridos, rechinidos, rimbombos, trápalas, trasbarrás y vorahúndas, que disuenan y nunca apianan (pido perdón por escribir palabras españolas, so sorry, je suis désolé, debo de ser un fascista). ¿Qué es eso que se celebra el último miércoles de abril, ese llamado Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, tramada sin duda su silenciosa celebración por los eternos enemigos de la España profunda y los conjurados judeomasónicos y socialcomunistas, nenazas todos, que no atruenan los aires cuando cantan las cuarenta, en medio de la siesta del pueblo, con grande puñada sobre el tapete verde –si lo hubiere–, bien lleno de lamparones, mientras abaten el as de bastos? Un español que se viste por los pies no tiene que concienciarse de nada, mucho menos del ruido, pues ruido somos y en ruido nos convertiremos, fuera de límites horarios pequeñoburgueses y a todo trapo. (Fin del aviso de ironía).

Somos el país del ruido. Y cuando nos asiste la razón a los sufridores del mismo (por hora ilegal, por exceso de decibelios: por atentado contra la salud), nos encontramos con la siguiente cadena de acontecimientos. Entre que se habla con el productor del ruido; este dice que es un mandao, que se llame al encargao (que nunca está o nunca existe, como es hispana tradición); se pone el hecho en conocimiento de la autoridad competente; llega esta al lugar del jaleo; se informa del a ver qué pasa aquí, caballero; toma nota el agente más joven; sosiega ánimos el veterano; llama a la central… pasa el tiempo suficiente para que no pase, el ruido estrepitoso prosiga al día siguiente y al otro y al otro.

(Nuevo aviso de ironía) Así que he decidido –ya que no puedo derrotarlo– unirme al enemigo y proponer la celebración no de una sino de abundantes jornadas anuales del ruido infernal y del a grito pelado, durante las cuales se podrá arruinar libremente y sin castigo alguno (es decir, como ahora, pero bendecido por los organismos oficiales) el oído del prójimo. Aquí las ofrezco:

Día del Megáfono Incomprensible. Día de la Barbulla (o sea, de las voces y gritería de quienes hablan a un tiempo confusa y atropelladamente; o sea, de casi tododiós). Día de los Barrenos. Día del Berbiquí del Vecino a las Siete de la Mañana. Día Universal del Bochinche (quiero decir del tumulto, barullo, alboroto, asonada…). Día y Noche del Claxon. Domingo o Festivo del Cortador Tempranero de Césped. Día del Derrumbe de Tabiques a Mazazos. Día del Cohete, el Fuego Artificial y el Restallón. Día de la Inacabable Melodía Desacompasada del Móvil Este Que No Sé en Qué Bolsillo lo Puse. Día de la Música a Todo Volumen a Todas Horas. Noche del Petardo Sorpresivo y del Buscapiés Graciosísimo. Jornadas del Rechino (es decir, de la acción y efecto de producir o causar un sonido, generalmente desagradable). Día de la Sierra Eléctrica. Días de la Sirena Innecesaria en Ambulancias, Coches Policiales y Otros a Gusto del Conductor. Día Universal del Taconeo y el Portazo en Hospitales (bajo carteles de “Silencio, no molestar”). Día del Martillo Neumático Madrugador y Homenaje al Martillo Pilón. Día del Taladro Percutor a Deshoras y del Vecino Bricolajero Que Estrena Material. Amanecer del Tambor, Atardecer del Timbal y Anochecer del Multitudinario Choque de Platillos. Madrugada de la Trompeta y el Claro Clarín. Medianoche del Tubo de Escape Modificado Atronador… (Fin de la ironía).

Y juegue el lector a añadir los que se le ocurran, que ideas no faltan, no.

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