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Juan Cruz

ESPEJO DE PAPEL

Juan Cruz

El libro negro del mar

Hace veinte años ahora aquella marea sucia del Prestige se convirtió en otras mareas sucias, las de la política y las de la comunicación organizada bajo los mandatos del entonces presidente José María Aznar.

Entonces un sindicato oscuro, y luego totalmente oscurecido por la ley, denunció al escritor Manuel Rivas y a otros promotores de Nunca Máis con las más nefandas acusaciones de atentado a la patria, a la patria gallega, cuando menos.

Aquellos patriotas, poetas, escritores, artistas de toda laya, fotógrafos, seres marcados por la doctrina de la defensa del medio ambiente y de la vida, fueron puestos ante el paredón de los telediarios. Mientras, descansan su conciencia aquellos que no movieron un dedo para explicar de qué iba la plastilina.

La denuncia contra esos patriotas a los que querían herir desde los medios, y desde la policía, y desde el Gobierno, era un chapapote más, simbólico y dañino, contra aquellos que habían tomado la iniciativa de quitarle razón a la mentira según la cual aquella que producía el Prestige no era una marea negra.

Crearon más marea negra atribuyéndose el silencio como parte de la explicación. No han purgado su culpa, y tampoco les han pedido perdón a aquellos a los que mandaron contra el paredón metafórico de los medios que les ayudaron a sobrevivir la ignominia que crearon.

"El mar fue quebrado, fueron quebradas las personas, fue destruida la pesca, sustento mayor de Galicia"

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Aquella noticia (¿noticia?) propiciada por el sindicato malévolo fue recogida como primera noticia en el telediario que entonces fabricaba TVE a las órdenes del Gobierno que gestionaba, también, la tragedia gallega. Cuando Manuel Rivas y los suyos fueron exonerados por la justicia, alguien de dentro de la casa de la televisión le sugirió al muy renombrado periodista de las noticias de las noches de TVE que quizá era conveniente decir que la justicia había exonerado a los revoltosos. No fue solo el telediario. Otros medios que antes y después exhibieron la dignidad como su mancha pusieron sobre todo el nombre de Rivas (y el apodo de Nunca Máis) en el escaparate de la burla mediática, que entonces fue también altamente política.

Aquella noticia que dio el telediario, y que no desmintieron luego ni el telediario ni sus cómplices entonces habituales, era un chapapote más, una de las malas artes que entonces puso en riesgo el futuro del mar, y de la decencia, en Galicia. Esa fue de las circunstancias que llevaron a negro chapapote aquel momento de la historia, que precedió, por cierto, a la Guerra de Irak, otro chapapote de sangre que tuvo también a Aznar como uno de sus rientes.

Esa gestión (aquella mala digestión) del chapapote y sus circunstancias tuvo derivaciones informativas realmente vergonzantes, para la prensa y, eso es inolvidable, para la política en ejercicio. Aquella desfachatez de la televisión oficial no fue distinta, naturalmente, a la que desplegaron los políticos, desde Manuel Fraga, que presidía la Xunta, hasta José María Aznar, que era del mismo partido y que presidía el Gobierno. Ellos hicieron lo imposible por desentenderse de las consecuencias del chapapote. Por resumir andanzas, Fraga se ausentó a cacerías, “iba a saludar a amigos, no disparé un solo tiro”, Francisco Álvarez Cascos hizo lo propio, y además tuvo la ocurrencia de mandar el barco “al quinto pino”, y José María Aznar, que inauguró el futuro con el grito de “¡esto se terminó!”, tardó cuarenta días en hacerse presente en las afueras del núcleo de la tragedia, pues se cuidó del mar como si éste le fuera a gritar una bronca. Fue más diestro cuando Bush lo llamó a Azores, a despeinarse riendo, otra vez riendo, los pies sobre una banqueta, mandando otra vez al infierno a aquellos de los que se reía.

"Fue truncada la esperanza de vivir de miles de ciudadanos que confiaban en la costa como el lugar más transparente del aire"

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El mar hablaba, claro, y hablaba claro. El libro que Manuel Rivas y otros testigos de aquella epopeya triste han publicado para que, veinte años después, nadie se olvide de aquel episodio que levantó en armas de eslóganes y de razón a todas las partes de Galicia, recoge episodios escalofriantes que ahora se devuelven a la cara de atrás del tiempo para que nadie se llame a engaño: lo que pasó fue muy grave, dejó material para adjetivar el descuido político y puso en su sitio, por su inacción, por su desfachatez, a periodistas y políticos que luego han seguido (siguen) dando lecciones de moral por las esquinas. Entre ellos, el presidente que luego fue presidente de honor del Partido Popular, José María Aznar.

El libro se titula “Chapapote”, ha sido publicado por Libros del Kaos, y es escalofriante desde la A a la Z. Aquella tragedia fue un desastre humano; el mar fue quebrado, fueron quebradas las personas (el capitán del barco fue encarcelado, como si él mismo hubiera degollado el barco), fue destruida la pesca, sustento mayor de Galicia, fue dañado el medio ambiente que más poemas (y más incendios) ha generado en España, fue truncada la esperanza de vivir de miles de ciudadanos que confiaban en la costa como el lugar más transparente del aire.

Este es un libro emocionante en el que no faltan los datos, pues la emoción viene de los datos. ¿Cómo fue posible que una política supuestamente adulta encarcelara, burlara, dañara, saliendo después impune de la tragedia? Hicieron mofa de la justicia, pero igual que el mar devuelve la raíz de los desastres que ocupan su seno, ahora viene en auxilio de la justicia de verdad este libro, este chapapote los embadurne a ellos, mancha de manchas su historia manchada.

Chapapote, Coordinación, y textos, de Xosé Manuel Pereiro, al que acompañan, dejen que me alargue, Artur Galocha, Lara Graña, Arturo Lezcano, Lucía Taboada, Natalia Junquera, Marta Veiga Izaguirre, Xosé Hermida, Gonzo, Brais Cedeira, Silvia R. Pontevedra.

Un ejército feliz del periodismo gallego, salve.

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