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PERSONAS, CASOS Y COSAS DE AYER Y DE HOY

Añadimientos a mis cotidianas reflexiones

Añadimientos, les llamaba Azorín (1873-1967) a los apéndices o complementos de algunos de sus escritos y añadimientos le llamaré hoy a nuevas reflexiones sobre temas aquí ya tratados. Reflexiones que, como mis lectores saben, no son más que un revoltijo de pensamientos ajenos y propios. Por ellas, podrían encajarme entre los que Pío Baroja (1872-1956) definió como “traperos o colilleros de frases hechas”; si bien también añadió: “Yo creo que para ser escritor basta con tener algo que decir en frases propias o ajenas”.

Ser uno mismo

Uno es como es, piensa lo que piensa y, en principio, no debería cambiarle nadie; pero no debe molestarle que otros sean y piensen distinto; al contrario, ha de respetarlos, incluso puede admirarlos si son auténticos. Mas eso sí, hemos de reafirmarnos en lo nuestro. No caigamos nunca en el victimismo y, por muchos inconvenientes que nos traiga, opongámonos siempre a que nos digan lo que tenemos que pensar y hacer, o a que pisen nuestros derechos. No obstante, sí hemos de tener sumo cuidado con las intransigencias y los dogmatismos. El que fue Premio Nobel de Medicina en 1906, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) lo dijo así: “Como hay hombres consagrados de por vida a la defensa de una sola verdad, hay otros votados a un solo error”. En cualquier caso, hemos de estar abiertos a otros y hacer nuestro aquello expresado por el pedagogo e historiador francés Barón Pierre de Coubertin (1863-1937): “No estamos en este mundo para vivir nuestra vida, sino la de los otros. Las mayores alegrías, por otra parte, no son las que nosotros mismos gozamos, sino las que procuramos a los demás”. Y es que comprender y ceder no supone pérdida de nuestra personalidad; por el contrario, es vulgar el individuo que trata de imponer su voluntad y hechos por encima de cualquier conocimiento y buen obrar. También es verdad que, en ocasiones, cuando uno cede, el otro cree engañarnos, sin conseguirlo. ¡Cuánta satisfacción íntima nos produce escuchar una mentira cuando sabemos la verdad! Pensamos: “Este tipo falso cree que me está engañando”, y por supuesto sonreírnos hacia dentro y no le decimos nada.

Adulación

La adulación es directamente proporcional a la vanidad del que la recibe y dicen que le pasa como a la sombra que, pese a la imagen que proyecta, en realidad ni aumenta ni disminuye la estatura del que la produce. No es posible halagar y contentar a todos. Al hacer la reverencia al adulado siempre damos la espalda a otro, con el riesgo evidente de que sea interpretado como discriminación. Cuestión distinta es que tratemos de quedar bien, siempre y cuando para ello no tengamos que renunciar a la verdad y a ser nosotros mismos. Uno tiene que ser amable y atento con todos y cada uno, pero tiene que ser quien es; desde luego no debe tratar de ser distinto para ser más aceptado. Por propia experiencia os digo —sobre todo a los que estáis en activo— que tengáis cuidado con las alabanzas, porque en demasiadas ocasiones esconden envidia o incluso deseos de venganza; son preferibles las broncas destempladas, incluso aunque sean sin razón. Al menos no engañan a nadie. En nuestra vida profesional y laboral hagamos lo posible para que nadie nos dé gato por liebre; tengamos siempre en consideración que pueden intentar seducirnos mediante fullerías que hemos de advertir para que no nos la jueguen. Con tristeza hemos de admitir que existen personas que, por cortedad o debilidad, son nulas y que han de recibir ayuda; pero también existen otras, en potencias capaces, que lamentablemente son toreadas y anuladas, hasta tal extremo que ni se enteran.

Crítica

Cuando la alabanza es sustituida por la crítica, podríamos decir que se reduce a ser la alabanza de la mediocridad al talento, al tiempo que confirma aquello escrito por Miguel de Cervantes (1547-1616): “¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!” El que critica sin contribuir, es porque no sabe nada del empeño y el trabajo necesario para hacer las cosas. En lugar de criticar, los demás deberíamos cooperar con nuestros esfuerzos a hacerlo posible, lo que será reconocido por muchos, pero invisible a los ojos del mediocre. Es una actitud que no debe importarnos por aquello de que no nos hace sufrir el que quiere sino la persona a la que queremos. Así que, ante la murmuración y la crítica injustas, relajémonos y pensemos en la afirmación del estadista y escritor inglés Winston Churchill (1874-1965): “Quien habla mal de mí a mis espaldas, mi culo lo contempla”. Sin embargo, por el contrario, nunca le demos la espalda a un amigo. Sobre esto, el escritor e historiador eclesiástico Fray Antonio de Guevara (1480-1549) escribió: “El ojo que tú ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque él te ve”. En todo caso, consideremos la advertencia del escritor y teólogo protestante suizo Johann Kaspar Lavater (1741-1801): “Desconfía de la persona que lo ve todo bien, y de aquel que lo ve todo mal”.

Sufrir la crítica resulta inevitable. Ahora mismo mientras lees esto, seguro que hay alguna persona que se está acordando de ti o de mí para bien o para mal. No hemos de preocuparnos si la crítica es gratuita. Si se produce en este mismo momento, tú debes de seguir tu lectura y yo con la escritura de mi próximo suelto. En fin, que deberíamos hacer lo que tengamos que hacer al margen de alabanzas y críticas. Lo que en verdad importa es lo que creemos que somos, y que nuestra conciencia nos diga que hemos obrado bien.

Elección y decisión

La vida es una aventura que nos exige hacer elecciones cada día. Se escoge la profesión, se escoge la pareja, se escoge el trato individual con cada una de las personas con las que nos encontramos, se escoge el decir sí o no.... Ante tal disyuntiva hemos de escoger con decisión y con valentía, y no estar a verlas venir. Pero, al hacer la elección, tengamos siempre en consideración si afecta a otra persona, porque nadie puede decidir por él o ella. Todo se puede discutir y todos pueden opinar, pero después, uno solo ha de decidir. Si tenemos una idea, llevémosla a la práctica; requerirá esfuerzo y tiempo, pero consideremos que otros ya lo han hecho. No nos ofusquemos, no hay mañana sino hoy, por lo tanto no intentemos construir futuro sin empezar hoy mismo. Si tenemos que pedir algún consejo, no dudemos en hacerlo, pero que ello no suponga nunca que estemos siempre solicitando permiso. “Lentas, digo, graves y sopesadas deben ser las resoluciones; maduro, secreto y cauto debe ser el consejo, pero la ejecución debe ser alada, veloz y rápida”, afirmó con acierto el teólogo y filósofo italiano Giordano Bruno (1548-1600). De modo que una vez tomamos la decisión hemos de ponernos a ello; en palabras del poeta británico Mathew Arnold (1822-1888): “Sólo aquellos que nada esperan del azar, son dueños del destino”.

Los viejos callamos por prudencia y no decimos lo que deberíamos decir; los jóvenes no escuchan a los viejos. Consecuencia de lo cual todo sigue igual de mal. Cada cual quiere estar en paz y se entiende, es por lo que decimos, cómo disculpa, que no podemos en tales o cuales circunstancias; mas en realidad no depende de las circunstancias sino de nuestra respuesta a ellas. Así es, la insatisfacción y el sufrimiento en la vida dependen en gran parte de cómo reaccionemos ante lo bueno y lo malo. Sobre ello el prolífico escritor y divulgador de yoga y meditación Ramiro Calle Capilla (n.1943) afirmó: “La ecuanimidad es ánimo estable, imparcialidad, mente firme, humor sereno, mentalidad imperturbada; pero no es nunca desinterés, ni falta de intensidad, ni abulia ni indiferencia, todo lo contrario”.

Felicidad y pasado

Parece indiscutible que uno es más feliz esperando la felicidad o durante los preparativos de un evento que en la propia fiesta, cómo muy bien expresó el escritor y médico irlandés Oliver Goldsmithn (1728-1774): “Es cierto que los momentos que pasamos esperando la felicidad son mucho más agradables y felices que los que son coronados por el goce”. También es verdad, y hemos de reconocerlo, que en bastantes ocasiones, si uno quiere ser feliz, tiene que tener falta de memoria. Y es que, a veces, cuando visitamos de nuevo un lugar y sentimos tristeza o alegría es porque, haciendo conciencia de ello o no, estamos recordando a la persona que nos acompañó o como éramos nosotros mismos en aquel momento.

Si nos preguntan cuál es la clave de la felicidad, la respuesta ya ha sido dada: conformarse con lo que nos ha correspondido. A lo que habría que añadir: sin por ello renunciar a nuevos logros y consecuciones. Lo malo es que a muchos, demasiados, no les ha correspondido nada y por no tener, no tienen ni esperanzas.

Todos nos hemos reído más de una vez estando solos y resulta innegable que hay personas que solas son enteramente felices; sin embargo, estaréis conmigo que, a la larga, alegría tiene que ser compartida. El dramaturgo y novelista francés Víctor Hugo (1802-1885) lo interpretó de esta manera: “La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos, o mejor dicho, a pesar de lo que somos”. Y en las misma dirección, el político y líder religioso escocés Thomas Chalmers apuntó: “La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”. Tanto en calma como en borrasca, hemos de tratar de mantener el control de nuestras vidas y dejar un espacio para disfrutar y otro para la reacción frente a la adversidad.

Y termino con una recomendación que no es nueva; si tenemos la ocasión de ser felices y disfrutar de determinados momentos de la vida, se necesitan dos condiciones: la primera, que seamos honestos con nosotros mismos y con los demás y, la segunda, que nuestra felicidad y gozo no disminuya y quite la felicidad y el gozo de otros.

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