Desde 2011, el acceso a la Estación Marítima de Vigo está presidido por un imponente conjunto escultórico de Ramón Conde. Bautizado como Homenaje a la emigración, el autor esculpió en bronce la figura de un fornido gallego que, maleta en mano, se dispone a zarpar hacia América en busca de fortuna. Tras él, su familia, destrozada, despidiéndolo. Por desgracia, el fenómeno migratorio forma parte del ADN del gallego, durante varios siglos empujado a encontrar fuera de su país la fortuna que aquí se le niega. Estos viajes desesperados y teñidos de amargura –gran parte de nuestros ancestros nunca regresaron a su tierra madre– fueron especialmente intensos en las décadas de 1950 y 1960. El imponente emigrante creado por Conde sigue vivo hoy, pero dentro de su maleta lleva un portátil, un título (o más) universitario y el mismo sueño de encontrar fuera lo que aquí se le niega. La nueva emigración la constituyen hoy informáticos, ingenieros, físicos, matemáticos, científicos, tecnólogos... Es el éxodo de nuestro talento digital que encuentra en Polonia, Noruega, Alemania, Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos la tierra prometida.

El último informe del Consello Económico y Social coordinado por el catedrático de la Universidad de Vigo Xosé H. Vázquez realiza una radiografía demoledora de la situación laboral de los graduados STEM, es decir, titulaciones vinculadas al ámbito científico tecnológico. En tres datos: uno de cada cuatro sale fuera de Galicia en busca de una oportunidad; dos de cada tres que trabaja aquí tienen un contrato precario dos años después de formar parte de una empresa; y casi la mitad no ocupa un puesto vinculado con las competencias en las que se formó. Si a esto se le suma que los salarios pueden ser un 60% más bajos que en otros países de nuestro entorno, la imagen que resulta es la de un capital humano desaprovechado, cuando no ignorado o despreciado.

Y esta situación de fuga se produce cuando el mercado gallego necesita, según las estimaciones más conservadoras, 3.000 profesionales para atender su imperiosa necesidad de digitalizarse para poder competir en un mundo globalizado y con unas mínimas garantías de éxito. De hecho, el sector TIC es el que más empleo genera en Galicia, solo por detrás de la sanidad, un ámbito laboral propulsado por el impacto del coronavirus. Un estudio del Observatorio de la Ingeniería de España estima que la economía española necesitará 200.000 ingenieros en los próximos diez años. La bolsa de oportunidades es, como se ve, formidable.

La cuestión es por qué habiendo trabajo en Galicia, nuestros jóvenes talentosos prefieren hacer la maleta. No hay una razón, sino una panoplia de factores que van desde la baja remuneración a la falta de promoción, sin olvidar el escaso peso que tienen nuestros licenciados STEM en los puestos directivos de las empresas (apenas el 12%). Dicho de otro modo, gran parte de nuestros agentes económicos quieren talento universitario experto en nuevas tecnologías a precio de saldo y ocupando posiciones claramente por debajo de sus aptitudes y conocimientos.

"Un estudio del Observatorio de la Ingeniería de España estima que la economía española necesitará 200.000 ingenieros en los próximos diez años. La bolsa de oportunidades es, como se ve, formidable"

El octavo informe sobre la cohesión elaborado por la Comisión Europea advierte que Galicia debe ponerse las pilas ante el proceso imparable de la transición ecológica y digital. Así pues, la digitalización no es una moda ni un proceso coyuntural. Ni siquiera es el futuro. La digitalización y la innovación son el presente. Una condición ‘sine qua non’ para intentar alcanzar, ya no el éxito, sino la supervivencia de cualquier proyecto. Las decenas de miles de millones que la Unión Europea está inyectando en este ámbito (y que el Gobierno recoge en su Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia) son el mejor ejemplo de la disyuntiva: digitalizarse o morir.

Pero, contrariamente a lo que no pocos piensan en el ámbito de las empresas, y en particular en el de las pymes, la digitalización va mucho más allá de sustituir ordenadores por otros de última generación o de renovar los programas informáticos. Ni siquiera se limita a contratar a un informático o un ingeniero y meterlo en un despacho como si fuese un objeto digno de orgullosa exposición.

La digitalización exige, como premisa, un cambio de mentalidad: en el mundo de la empresa, pero también en la de las administraciones públicas y el de las universidades. Un cambio de paradigma rayano en la cuestión de fe: para digitalizar antes hay que creer... y apostar. Deben estar convencidos de que la ciencia, la investigación, la tecnología, la innovación son el único pasaporte realmente eficaz para acceder al progreso, al bienestar.

Frente a las voces, que las hay, autocomplacientes que mantienen que la situación ha mejorado sustancialmente y que debemos huir de los alarmismos ante el fenómeno del éxodo de talento –que atribuyen a la necesidad de nuestros jóvenes de buscar “nuevas experiencias vitales” más que a la búsqueda de un empleo digno de su formación académica–, la realidad de los datos se impone. Los responsables de las diferentes administraciones públicas, instituciones, fundaciones, entidades, empresas... toda esa malla que conforma gran parte de nuestro tejido económico debe tomar buena nota y frenar la sangría de inteligencia que Galicia está sufriendo año tras año. Apostar de una manera planificada, decidida y prolongada en el tiempo por la innovación, por la modernización y por la digitalización. Una apuesta que se traduzca, negro sobre blanco, en recursos más que suficientes. Porque por ahí pasa inexorablemente el bienestar y la riqueza, el futuro de un país que lo tiene todo para crecer. Y que necesita primero preservar y mimar todo el talento que tiene, y cuya formación ha costado tanto dinero público. Y, además, atraer todo el que pueda del exterior, sea de Iberoamérica (en donde ha estado recientemente el presidente Alfonso Rueda enviando un mensaje en esa dirección) o de otros países. Solo así podremos evitar que dentro de unas décadas otro conjunto escultórico dedicado al emigrante, portando un título universitario y un maletín con ordenador, presida la entrada de uno de nuestros aeropuertos.