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Marta Gándara

Recuérdame por qué te quiero

Deberíamos conocer a los autores de los libros que leemos. Que al final de cada novela hubiera una posdata: “Si después de leerme quieres un café, estoy en el bar de la esquina”.

Algunos libros son tan importantes en nuestra historia que deberíamos tener la posibilidad de comprobar si la persona que hay detrás nos encaja, si el ser trascendente e inspirador que imaginamos existe o el niño asustado o la mujer valiente. Como cuando hablas por teléfono con una persona a la que nunca has visto y el día que la conoces te preguntas si aquella voz pega con esa cara.

He tomado un café en sueños con Millás, Jabois, Milena Busquets, Rosa Montero, Jacobo Bergareche y muchos más. El último con Natalia Junquera porque acabo de leer “Recuérdame por qué te quiero”.

Me la imagino divertida, con el corazón muy joven y profundamente romántica. Su Julián y su Pablo no existen, pero ella cree que sí. Cree que si huyes de lo que amas no vas a vivir ni un día más. Que a veces la esperanza es una excusa para cruzarse de brazos, que hay disculpas que refuerzan la ofensa y cartas que tienes que mandar. Cree que el amor es una sociedad secreta y que sin él, la vida es hacer recados. Que la vergüenza te impide en ocasiones afrontar cuánto has caído, reconocer que si lo hubieses contado, te habrían querido igual. Cree en la posibilidad del amor más que en la realidad, y me tomaría ese café con ella para preguntarle por qué.

Su libro me recordó a “Secretos del corazón”, de Montxo Armendáriz y a “Historia de un beso”, de Garci. A cuánto lloré cuando Alfredo Landa le decía a Andrea aquello tan agarrado: “Te quiero tanto que no sé si habrás notado que últimamente en el mundo apenas queda amor para nadie más”.

Y así estaba, recordando y debatiéndome entre creer y no creer, cuando una de mis mejores amigas me contó que su hijo más pequeño le había dicho: “Si por las noches no estás, noto algo dentro”. Al escucharlo me di cuenta de que el amor de ese niño y el de Natalia Junquera eran el mismo. Un amor de notar algo dentro, uno sin recados.

Y así me la imagino a ella, pensando que Pablo y Lola existen en el bar de cualquier esquina de Galicia. Creyendo en un amor al que no tengas que decirle nunca, recuérdame por qué te quiero.

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