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Ceferino de Blas.

Bevilacqua se despide de Leo Caldas

En la última obra de Lorenzo Silva, que trata del asesinato de una peregrina en el Camino de Santiago, su personaje de ficción, el guardia civil Rubén Bevilacqua, lee una novela de Domingo Villar y reflexiona sobre las aventuras de su homólogo Leo Caldas.

Hace tiempo que Lorenzo Silva y Domingo Villar eran amigos. En 2010, se sentaron ante el publico vigués del Club FARO para hablar de sus ficciones. Titularon el coloquio “Crímenes y literatura. La novela negra en España”, que ellos tanto ayudaron a poner de actualidad.

¿Qué se esconde detrás de los protagonistas de sus creaciones, Silva con los agentes de la Guardia Civil, Bevilacqua y la sargento Chamorro, y Villar con Leo Caldas, inspector de Policía?

Los personajes de Villar ambulan por Galicia como una forma de estar en la vida mientras que los de Silva andan por todas partes y tropiezan con lo peor y mejor de la gente.

"Mincho entra como protagonista, en el mundo de la ficción, en un ambiente tan propio como el Camino de Santiago"

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Bevilacqua acaba de entrar en acción en la última obra de su autor, “La llama de Focea”, y ha venido al lugar del crimen, un escenario gallego, en homenaje a Leo Caldas, que debía ser quien protagonizase esta peripecia, porque es su territorio. Pero Leo Caldas ya no podrá hacerlo ni volver a recorrer las calles de Vigo ni los parajes pontevedreses por donde se movía habitualmente.

Se ha reunido con otros colegas, que lo habían precedido, y a los que admiraban Lorenzo Silva y Domingo Villar: Carvalho y Montalbano, protagonistas de las aventuras de Manuel Vázquez Montalbán y Andrea Camilleri.

Todos los personajes se parecen. Sólo se distinguen por el oficio. Pepe Carvalho, el personaje creado por Vázquez Montalbán era investigador privado, ¿cómo podía ser un agente de las fuerzas de seguridad el protagonista ideado por un comunista de pro como Montalbán, en pleno franquismo? Eran el enemigo. Por cierto, su primera aparición cumple ahora medio siglo con “Yo maté a Kennedy”. Los otros tres pertenecen a las fuerzas de orden público, Leo Caldas y Montalbano son policías, y Bevilacqua, guardia civil.

En las demás características coinciden: no son jóvenes ni atraen por el físico, sino maduros, se entienden bien con los colaboradores, les gusta la buena comida y el buen vino, son cultos y les encanta leer, tienen un alto sentido del deber y una integridad a prueba de sobornos. Viven intensamente, por lo que les acucian los problemas y preocupaciones personales, como a la mayoría de la gente. Además de dignos profesionales son perspicaces.

Se nos habían ido Carvalho, cuando Vázquez Montalbán falleció en el aeropuerto de Bangkok, en unas Navidades de hace cuatro lustros; el comisario Salvo Montalbano desapareció hace tres años de sus parajes sicilianos, tras la muerte de Andrea Camilleri, e inopinadamente, porque nadie lo esperaba, el inspector Leo Caldas, que tenía tantas aventuras que correr, porque sólo había protagonizado tres, y su creador, Mincho Villar, estaba en la plenitud de la vida, pletórico de entusiasmo y de energía, se ha perdido con él en la Ría o en cualquier rincón de la tierra gallega. Sólo intuye por donde anda la periodista Bea Lozano, su mujer e inspiradora. Habla a diario con él.

Del cuarteto, ya sólo queda Rubén Bevilacqua, recorriendo parajes, y dejándonos el halo de su personalidad escéptica y tristona, pero con muestras constantes de su inteligencia e integridad.

"Todos los personajes se han ido con sus creadores, y qué difícil resulta aceptar que no habrá nuevas aventuras suyas"

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Todos los personajes se han ido con sus creadores, y qué difícil resulta para los buenos lectores aceptar que no encontrarán nuevas aventuras suyas. La única forma de reencontrarlos será releyendo los títulos que les engancharon. Aceptémoslo: se han ido unos amigos, los autores y los protagonistas.

Por eso Bevilacqua, doliente por la pérdida del último colega, reflexiona sobre su personalidad y su implicación cuando llega a Galicia, a donde viene a resolver un crimen. Es la forma de tener siempre presente al amigo de Lorenzo Silva: involucrándolo en el argumento de una novela.

Mincho entra así como protagonista en el mundo de la ficción, en un ambiente tan propio como el Camino de Santiago, un escenario clásico en el mundo literario, en un género como el policiaco, que tanto le gustaba y por el que se hizo un nombre en el mundo de la literatura.

Hasta la vista, Mincho, hasta siempre Leo Caldas.

P.S. En la colección del FARO quedan unas fotos de aquel coloquio, en las que se aprecia la dureza del paso del tiempo. En la de arriba están los conferenciantes, de la que ya desapareció Mincho, en la de abajo se ve, en primera fila, junto a otros familiares, a sus padres: Domingo Villar y Rita Vázquez Ulloa. El padre, que le introdujo en el saber y en el sabor del vino, le había precedido, su madre, que le instruyó en sensibilidad, acaba de reunirse con él.

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