Opinión
El buenismo tiene límites
No los tiene mi devoción hacia Roger Waters, líder del periodo más apabullante de Pink Floyd (1965-1985), ni mi respeto a su compromiso con la causa de la paz, cuyo clímax mediático fue el gran concierto-ceremonia que organizó en Berlín (“The Wall-Live in Berlin”) en 1990 tras la caída del Muro. El problema está en que la causa de la paz tiene su justo límite en el momento en que le atacan a uno para despedazarlo. Waters ha sido vetado en Polonia por denunciar la ayuda militar a Ucrania. El veto viene de dudosos demócratas (el Gobierno de Orban), pero el asunto no es ese, sino que Waters se ha ganado a pulso un rechazo, pues de no ser por esa ayuda toda Ucrania hoy sería rusa, las repúblicas bálticas y los países de la antigua URSS estarían a punto de invasión y Europa temblaría, en ese caso no de frío. Por cierto, Putin programa un gran concierto en Moscú para festejar su nuevo muro.
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