Sería francamente interesante saber quién, o quiénes, son los genios que han disparado la falsa y estúpida carrera para disminuir, o hacer desaparecer, unos impuestos que en realidad no son los primeros que habría que modificar. Y que, a su vez, ha provocado la idiotez contraria de aumentar otros que no afectan en absoluto a los que dicen afectar, porque, aparte de que son temporales (ese impuesto a las grandes fortunas, por ejemplo), las “víctimas” suelen tener recursos para amortiguar el golpe. El conjunto es una prueba más de que aquí hay quien sigue vendiendo humo, cuando no lo alquila. Y, además, que en la política de hoy, existe un daño colateral extraño y muy activo.

Hay pruebas: se trata de un mal que vuelve mediocres incluso a mentes de probada brillantez. Está por definir, pero es probable que provenga de un exceso de ideologías, un déficit de ideas y demasiada demagogia. Aunque quizá la responsabilidad sea de los “artistas” locales: muchos de ellos apenas son marionetas de otros que manejan los hilos en la oscuridad o a media luz; no son conspiradores de los que cita Pedro Sánchez, “con puro y sombrero”: más bien los que dirigen el cotarro con disimulo. Y procede insistir en los impuestos situados en la “noria”; es una simpleza hablar de “liquidados” o rebajados. Los beneficiados son tan escasos como la recaudación y eso deja el asunto en poca cosa.

En sentido contrario, el contraataque del Gobierno central reponiendo lo que hace menos de dos meses había descartado –el impuesto a grandes fortunas– es, junto a una prueba de que en Moncloa y entorno las ideas duran lo que creen útil quienes supuestamente las tienen, y que como no definen bien cuánto hay que poseer para ser “rico”, deja margen a la interpretación, proporciona un plazo suficiente, mientras se aclara, para que los “afectados” pongan a salvo de Hacienda su capital, en todo o en parte: dicen que hay auténticos genios en ese “arte”. Y tampoco la caja fiscal se verá como para rebajar significativamente la deuda pública. Que esa es otra historia, y de las de terror.

Hay otros efectos curiosos derivados de la mentecatez de ambos bandos. Del lado conservador, las propuestas del señor Moreno, como las de la señora Ayuso, junto a las de sus colegas de Murcia y Castilla y León, apenas tienen que ver con las que plantea el señor Feijóo. El presidente del PP habla de rebajas de impuestos serias: la primera, del IVA en artículos de consumo claves; la segunda, una adaptación razonable del IRPF que adecúe los gravámenes de muchos contribuyentes a la realidad actual. Además propuso, con datos concretos, modificaciones con impacto positivo en las economías domésticas sin daños colaterales para las del Estado. Lo otro es perder el tiempo.

Mientras tanto, la directora del coro económico gubernamental trata a la población como a alumnos de enseñanza preescolar, dándole mucho más gato que liebre fiscal. Claro que, en este caso, parece adecuado aplicar el proverbio clásico de que lo que natura non dat, Salamanca non prestat. Menos mal que Galicia no se ha metido en el berenjenal de otros, y en eso sale ganando incluso el señor Feijóo, ya que puede demostrar que su propuesta con respecto a lo de Ayuso, Moreno (y cía.) “no es esto, no es esto”, como dijo Ortega y Gasset de la II República. El modelo lo recordó el presidente Rueda, que puso las cosas en su sitio: “Galicia sigue su propio camino y la Xunta no recibe órdenes”. A veces, lo sencillo es como la fotografía: vale más que mil palabras.