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Luis Carlos de la Peña

Cuestión de fuero

La polémica por las rebajas fiscales en Andalucía a cuenta de la eliminación del impuesto sobre el patrimonio (IP) se estira como un culebrón. Su efecto en la recaudación es mínimo, 0,66% en el caso de la hacienda andaluza (110 millones para el año 2021), tan solo un 0,5% para el conjunto de España. Es una figura impositiva que se presta a polémicas interminables por aquello de que las rentas que produjeron el patrimonio ya fueron gravadas en su origen a través del IRPF, la indeseable duplicidad impositiva. Es un impuesto, por otra parte, con tradición de ida y vuelta: José Luis Rodríguez Zapatero, en funciones de presidente del Gobierno, lo neutralizó en 2008 con una bonificación del 100% para recuperarlo en 2011, pero con un mínimo exento de 700.000 euros.

La evidencia de su escaso peso en la recaudación tributaria global, así como su piel reversible en función de los intereses políticos, nos debieran precaver en cuanto a lo que en realidad nos jugamos. El IP provoca una batalla cultural/política que atiende antes al fuero que al huevo. Pagar más o menos impuestos, he ahí la cuestión que divide estos días a las derechas e izquierdas que, aunque desleídas, mantienen frentes bien artillados con munición traída de las factorías de Thomas Hobbes o Adam Smith, por no citar el bienaventurado ordoliberalismo renano de la economía social de mercado que aún nos protege.

El profesor Lago Peñas ha señalado con oportunidad que las haciendas autonómicas “están gozando del mayor nivel de recursos de su historia debido a la protección financiera del Estado”. Y en esta perspectiva de lo transitorio de las bonanzas es donde deben preocuparnos los 110 millones del IP en Andalucía o los 67 de Galicia que dejen de entrar en las arcas públicas. No está de más recordar que el total de impuestos recaudados en España supone el 37,5% de nuestro PIB, mientras que en el conjunto de la Unión Europea ese porcentaje se eleva hasta el 41,3%.

Los 110 millones que Andalucía regala a sus ricos lanza al conjunto de la sociedad un mensaje más político y gamberro que estrictamente económico y prudente; un mensaje más obsceno que sensible ante las crecientes necesidades que la pandemia, la inflación y la incertidumbre global añaden a nuestro difícil día a día. Una cuestión de fuero.

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