En un acto realizado en el barrio sevillano de Pino Montano el pasado 3 de septiembre el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, dio el pistoletazo de salida para promocionar la campaña ‘El Gobierno de la gente’. Durante los próximos meses, los socialistas tienen la misión, encomendada por su líder, de volcarse en explicarle a los ciudadanos que “nosotros defendemos a la gente, la derecha a unos pocos poderosos”. La tarea es, por tanto, doble: convencer a los ciudadanos de que el PSOE y Unidas Podemos es el gobierno de la “gente”, mientras que la derecha defiende a unos “pocos poderosos”. Tengo para mí que ninguna de estas dos labores va a resultarles fácil. Veamos.

En un principio, autocalificarse como “gobierno de la gente” es demasiado impreciso. Porque la gente, según las tres primeras acepciones del Diccionario de la RAE, es: “1. f. Pluralidad de personas. 2. f. Con respecto a quien manda, conjunto de quienes dependen de él. 3. f. Cada una de las clases que pueden distinguirse en la sociedad”. Por lo cual la afirmación de que el actual gobierno es el gobierno de la gente puede ser el gobierno de una “pluralidad de personas” (acepción 1); o de los mandados que dependen del que manda, que es Sánchez (acepción 2); o de “cada una de las clases que pueden distinguirse en la sociedad española” (acepción 3). De aquí que, siendo cierto que el Gobierno de Sánchez es el de la gente, queda por determinar en cuál de los tres significados expresados habremos de entenderla.

Tal vez fue por lo que antecede por lo que el propio Sánchez solo unos días más tarde, el 9 de septiembre, matizó que la voluntad de su Ejecutivo es “gobernar con la gente y para la gente, para la clase media y trabajadora”, ya que “son los que más necesitan la acción y el compromiso de lo público”.

¿Hasta qué punto es cierto lo que afirma Sánchez en las líneas que anteceden? ¿Considera la clase media trabajadora que el actual Ejecutivo es su gobierno? Lo primero que hay que advertir es que considerarse el “gobierno de la gente” no es más que utilizar un eslogan propagandístico que tiene por finalidad captar la atención de los electores con el fin de que voten a su formación política. Que se trata de un eslogan propagandístico lo demuestra, de una parte, su estructura, ya que se trata de una frase breve que llama la atención de los destinatarios y es fácilmente memorizable; y, de otra, su finalidad que es promocional y consiste, como se acaba de decir, en incitar a los electores a que, de todas las opciones posibles, elijan a los que integran la lista de su partido. El hecho de que se trate de un eslogan propagandístico lo aleja mucho del ámbito de la verdad, lo cual significa que es políticamente irrelevante si es verdad o no que el gobierno actual lo sea de la clase media y trabajadora o de un círculo más reducido o amplio de personas. El gobierno no será tanto de los ciudadanos que le interesen cuanto de los ciudadanos que lo consideren como suyo, y lo más seguro es que habrá ciudadanos de este tipo en todas las clases sociales.

"El hecho de que se trate de un eslogan propagandístico lo aleja mucho del ámbito de la verdad"

Con esto lo que se quiere decir es que al ser la propaganda una acción que tiene por objeto dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos y al no estar sujeta al principio de veracidad, los electores ya conforman un público destinatario lo suficientemente formado y maduro, democráticamente hablando, como para saber para quién gobierna el Ejecutivo, sin necesidad de que se haga propaganda política sobre ello y que ésta se sujete a los cánones de la verdad. Dicho con más claridad, no parece que a los electores les vaya a influir mucho si el gobierno es o no de la “gente”, ellos ya perciben qué intereses cuida el gobierno.

Lo que se acaba de afirmar es predicable también respecto de la otra parte de la propaganda que deben difundir los miembros de la coalición que forma el gobierno de la Nación. Me refiero a la parte de su propaganda que califica a la oposición como defensora de unos “pocos poderosos”. El tema está tan manido y responde tan poco a la realidad que si al Ejecutivo ya le va a costar mucho que los electores lo consideren “el gobierno de la clase media y trabajadora” más difícil les va a suponer aún convencerlos de que la derecha defiende los intereses de “unos pocos poderosos”.

Estamos, insisto, en el ámbito de lo propagandístico y en él, si bien es cierto que no rige el principio de veracidad, también lo es que, en cambio, juega un papel muy relevante la credibilidad: que la conducta del líder del grupo dominante y el propio grupo hayan hecho de la veracidad su conducta predominante. Y aquí ya estamos en otro plano. Cuando una formación política goza de credibilidad, los electores no suelen formar su criterio atendiendo a lo que “intencionadamente” digan de sus adversarios, sino a lo que resulta de su propia trayectoria política.

Por eso, pienso que serán pocos los que se crean la afirmación del gobierno de que la derecha defiende los intereses de unos pocos y poderosos, ni tampoco la de que el gobierno lo es de la clase media y trabajadora. Visto lo que ha venido sucediendo durante estos años, se puede afirmar que la gran mayoría de los electores tendrán pocas dudas de que el gobierno de la actual legislatura, más que el de la clase media y trabajadora, ha sido el de los independentistas catalanes, los filoetarras de Bildu, y las demás formaciones que coadyuvaron, siempre onerosamente para los intereses de España, a formar la mayoría aritmética cada vez que fue necesaria en el Parlamento.