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Matías Vallés.

Al azar

Matías Vallés

Cuántos reyes caben en España

Isabel II ha recibido un entierro a la altura de Lady Di. Su cadáver entró en la abadía de Westminster pisoteando la lápida de Winston Churchill, la venganza se sirve con una frialdad de setenta años. Buckingham Palace no invitó a Vladímir Putin ni al bielorruso Lukashenko, pero hizo una excepción con Juan Carlos I, a quien nadie convocaría en España a una ceremonia similar. Por tanto, la reina de Inglaterra ha otorgado una absolución póstuma, más eficaz que los enjuagues del Tribunal Supremo. La pacificación de la Corona española a cargo de los propietarios de Gibraltar levantará alguna ampolla entre los patriotas arraigados, en tanto que un escéptico podría plantearse cuántos reyes caben en España.

La Zarzuela desplegó sus habilidades diplomáticas para que Juan Carlos I y Felipe VI no coincidieran en el templo, así que era inevitable que los sentaran amontonados. Todavía hay ciudadanos que se sorprenden de que Juan Carlos reciba tratamiento de Su Majestad, y por tanto de rey. Esa dignidad viene garantizada por una disposición legal contenida en el BOE, y asignada en pago de los numerosos servicios prestados al país. La norma lleva la firma de Juan Carlos I, por lo que no hay más que añadir.

El sistema de polimonarca bueno y polimonarca malo, afianzado en Westminster gracias a los desvelos de la Zarzuela, exterioriza la animosidad entre los cuatro reyes vigentes en España, como si no fuera suficiente humillación que te sienten junto a Alberto de Mónaco. Las flechas que señalan a los dignatarios que orbitaban en torno al cuarteto coronado español son ilustrativas, pero menos interesantes que las animadversiones cruzadas entre los exmiembros de la ex Familia Real. Funcionan de la siguiente manera. El rey Juan Carlos odia y es odiado por los otros tres contendientes, nunca se anduvo por las ramas. La reina Sofía fulminaría y sería fulminada por dos, su esposo y su nuera. La reina Letizia abomina de sus suegros, según demuestran las imágenes del cacareado reencuentro. El rey Felipe solo desprecia a su padre, y la audiencia deberá decidir si su dieta baja en reprobaciones lo convierte en el más recomendable de los numerosos ocupantes del trono español.

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