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Luis Carlos de la Peña

Feijóo y el rigor

Siempre se le concedió, en Galicia, cierta habilidad para manejar los datos con soltura; no necesariamente convincentes ni plenamente ciertos, pero sí expresados con la contundencia necesaria y la tranquilidad que dan las mayorías absolutas. Ahora, Alberto Núñez Feijóo ha caído de pie en la presidencia del PP y el viento demoscópico le impulsa. Las primeras escaramuzas con el presidente del Gobierno han dejado, salvo para los muy forofos, las espadas en alto. A Sánchez hoy le sobra peronismo y a Feijóo le falta rigor. Escuchando al expresidente de la Xunta durante su pasada comparecencia en el Senado o en la rueda de entrevistas de los días posteriores, era difícil enhebrar en su oportunismo de combate la palpitante preocupación de los ciudadanos por los salarios, los alquileres, la cesta de la compra o el coste de la energía.

Feijóo ha mantenido durante semanas que somos el último país de la UE en recuperar el nivel de PIB que teníamos en 2019. Se cuida de mencionar que también sufrimos la mayor caída por nuestra exposición al turismo, actividad cercenada durante la pandemia. Lo lograremos a finales de este año, si se mantiene la tendencia del primer semestre y se cumplen las previsiones. Afirma también que somos el país que más ha aumentado su deuda pública per cápita, pero olvida añadir que estamos a la cabeza en su reducción en relación al PIB: del 120% de 2020 al 116,83% en junio de este año. En Francia, por ejemplo, la deuda alcanzó un máximo del 114,60% en 2020 y en junio de este año había recortado apenas hasta el 114,4%. Reitera Feijóo que “subvencionamos” la venta de gas a los franceses, pero el coste compensatorio no es asimilable al ahorro obtenido por los consumidores españoles gracias a la “excepcionalidad ibérica”. En última instancia, el PP ha votado este pasado martes en el Congreso contra la propuesta de PSOE-UP de implantar un gravamen extraordinario y temporal a las grandes empresas energéticas y bancos. La Comisión Europea ha asumido esta vía e introducido algunas variantes que Feijóo podría haber aprovechado en su favor: no incluye a los bancos, no se gravarán los ingresos sino los beneficios y establece un horizonte de aplicación de un solo año.

Son muestras de aquel estilo un poco de feriante que Feijóo mostraba en Galicia, más dirigido ahora al choque inmediato con el Gobierno que a construir una posición rigurosa, implicada en las preocupaciones ciudadanas y coordinada con Europa. La política admite estas estrategias un tanto oportunistas e improvisadas, pero quedan muy expuestas a las capacidades del rival y este ha empezado a enseñar los dientes.

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