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Luis Carlos de la Peña

Las barbas de Putin

Las derrotas son huérfanas y los retrocesos militares del ejército ruso en el noreste de Ucrania acentúan la soledad de Vladímir Putin. Soledad, quizá todavía solo entrevista en los gestos de inquieta interrogación de sus socios en las antiguas repúblicas de la URSS o en China y, más evidente, en la creciente preocupación entre los militares y clase política rusa que ve en la invasión del vecino una misión nacional. Nada debe estar saliendo como en su momento se previó: ni la resistencia de la población ucraniana, galvanizada por su dirigencia política y militar con el decidido apoyo de occidente, ni la inconsistencia militar rusa.

Dadas estas circunstancias, la mejor de las situaciones para Putin pasaría ahora por recuperar primero y mantener después las líneas del frente anteriores a los primeros días de septiembre. Este hecho mostraría lo equilibrado de las fuerzas militares en contienda, incapaces de imponerse una a la otra, una situación que de facto consolidaría la línea del objetivo declarado ruso al inicio de las hostilidades el pasado 24 de febrero. En el peor de los escenarios para Putin, estaríamos ante una oprobiosa derrota que devolvería, en todo o en parte, al ejército ruso a las fronteras anteriores a febrero de 2022... ¡o a marzo de 2014!

Es difícil comprender la estrategia perseguida por Vladímir Putin con este ataque a la independencia e integridad territorial de un país vecino. Ni la posición de la OTAN o de los EUA respecto de Ucrania y su posible adhesión a la Alianza Atlántica parecía ser un objetivo a corto plazo. La pandemia había puesto patas arriba las redes comerciales de suministros y paralizado la economía; los daños en vidas humanas acaparaban la atención y los esfuerzos de todos los países del globo, salvo quizá los de Putin para su propio país. Hoy, con alrededor de 50.000 militares rusos muertos en los campos de batalla ucranianos en apenas seis meses, abandonado el objetivo de apoderarse de Kiev, teniendo sin consolidar las líneas en el este y destrozados los puentes de confianza con occidente, el balance que Putin puede ofrecer a su pueblo y al mundo causa vergüenza.

Xulio Ríos escribió hace unos meses en estas mismas páginas, que el ataque a Ucrania era el primer frente abierto de una guerra que tendría continuidad en Taiwán. A la vista del desarrollo de los acontecimientos en las llanuras ucranianas, tiendo a pensar que en China –también en occidente– se estarán, cuando menos, reevaluando los planes previstos en cualquier juego de guerra. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...

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