Estuve de vacaciones el mes de agosto. Me quedé en Vigo pero hice magníficos paseos por la ciudad y sus alrededores. Uno de los días decidí hacer una excursión en kayak por el río Verdugo. Era algo que tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo, pero nunca encontraba el momento. Me informé y encontré un club de piragüismo cercano a Pontesampaio que alquilaba kayaks. Allá nos fuimos casi toda la familia.

Queríamos recorrer el tramo entre puentes medievales. Entre Pontesampaio y el puente de Comboa. Unos cuatro kilómetros de río. Me miré al espejo, vi mi ya no tan moza edad y pensé, haremos lo que podamos. Nos pusimos los salvavidas, subimos a los kayaks y partimos del puente medieval de Pontesampaio paleando tranquilamente por las plácidas aguas del Verdugo. Reconozco que yo todavía lo llamaba, de vez en cuando, “Verduxo”, reminiscencias de los años 80. Pero verifiqué una vez más que su nombre es Verdugo, aunque se refiera al color verduzco de sus aguas y no a hipotéticos encargados de ejecutar penas de muerte u otros castigos personales. Es manso y nos permitió palear, sin dificultades dignas de mención, río arriba.

Navegamos observando los reflejos de la espléndida intensa luz en sus aguas. La vegetación, primero de pinos, con algún eucalipto, pero enseguida de arboleda autóctona. A veces con helechos, acacias y otras especies enmarañando los márgenes del cauce. Las aves, gaviotas, cormoranes, pero, sobre todo, patos de varias especies. En un momento determinado pasa rauda un ave, aunque miro rápidamente no me da tiempo a distinguir bien la especie. Vientre entre anaranjado y amarillento. No sé si lo era, pero me ilusiona que fuese un martín pescador. Ojalá fuera ese mítico alción de río. Y muchas truchas. Al principio aparecían de manera más o menos aisladas. Pero en la zona de Comboa y su puente medieval, cientos de truchas mostraban su lomo y aleta dorsal y frecuentemente saltaban fuera del agua. No queríamos molestarlas, pero aunque nuestro navegar era pausado se asustaban y saltaban alarmadas. Nos apartamos de ellas todo lo que pudimos para evitar no deseadas alteraciones en su entorno y conducta.

Palada tras palada, ante nuestra sorpresa, fuimos capaces de llegar hasta el puente medieval de Comboa. Rodeados de frondosa y densa vegetación. Pasamos bajo sus preciosos arcos, viendo su estructura y las letras y números que identifican cada una de sus piedras. Seguimos un rato, pero con la marea baja no se podía continuar.

Menciono la marea ya que aproximadamente los cuatro primeros kilómetros, desde su desembocadura, de los cuarenta y uno que tiene en total el Verdugo, están influenciados por las mareas. Y si navegas el río en kayak lo puedes apreciar tanto en el calado del río como en la fuerza que tienes que hacer para navegar. Si avanzas a favor de la corriente de la marea todo es fácil. Si vas a contracorriente la dificultad es mucho mayor. Nosotros lo notamos en el descenso del río. Empezaba a subir la marea y en algunos momentos el empuje de la corriente ascendente era notable y tuvimos que esforzarnos para recorrer los tramos finales de regreso hasta el puente medieval de Pontesampaio.

Ya ven, para hacer maravillosas excursiones en magníficos ríos no es necesario ir muy lejos. Aquí al lado tenemos el espectacular Verdugo que nos deja navegar sus tranquilas aguas con toda seguridad y comodidad incluso a personas inexpertas y de cierta edad.