Núñez Feijóo no aguantará una pretemporada de año y medio. "Es mucho tiempo", según reconoció el propio afectado ante el Senado el martes con voz trémula, aplastado por el peso de la púrpura que no llega a vestir.

Para no eternizarse, está obligado a cortar estilo Putin el suministro de Pedro Sánchez, que ahora mismo es infinito. El socialista ubicuo no es el presidente de los españoles, es el presidente de cada español. Sin corbata en un Senado donde cabe todo, obliga al presidente del PP a llevar la prenda hasta en la playa para disentir, en su temblorosa intervención no le llegaba la camisa anudada al cuello.

El famoso tirón personal de Feijóo se ha extinguido, y a favor del PP ya solo funciona la erosión acelerada del actual inquilino de La Moncloa.

En otro de sus órdagos, el socialista pronunció en el Senado la mayor catilinaria contra el establishment desde los tiempos de Adolfo Suárez, y cabe recordar que Juan Carlos I yuguló a su primer ministro por enfrentarse a los poderes fácticos. Sánchez cargó contra el Madrid de los "cenáculos", los "apellidos" y el dinero. De sin corbata a descamisado, hasta que su descalificación de las clases opulentas animadas por "otro tipo de intereses" se derramó hacia un castrista «han llegado a pensar que España es suya». La reacción dramática a este pronunciamiento civil surgía de los bancos de la izquierda, el presidente del Gobierno asusta más a los barones del PSOE que a la derecha.

En un lance reciente, el chileno Gabriel Boric no estaba obligado a ganar el referéndum constitucional, pero estaba obligado a saber que iba a perderlo. Vale también para Feijóo, porque el debate en el Senado había levantado expectativas desmesuradas, pero el PP prendió la mecha con un reto desatinado. Embarullado, vacilante, el líder de la oposición tardó dos minutos en enarbolar a Bildu, sin duda un ejemplo de moderación. El martillo y martirio de la inflación castiga con más fuerza que cualquier exhibición ante los poderes mediáticos, de los que también reniega Sánchez, pero el presidente de cada español pudo permitirse la rúbrica de arrebatarle a la derecha hasta la vuelta al mundo de Elcano.