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Luis Carlos de la Peña

Quisimos tanto a Gorby

Me sirve el relato de Cortázar y su título –Queremos tanto a Glenda– para recordar el respeto debido a Gorby, Mijaíl Gorbachov, el líder de la Unión Soviética que quiso poner el inmenso país a la altura de sus sueños. Sueños basados en la reconciliación con la razón, con la verdad y con la búsqueda de lo mejor para su pueblo y, por qué no, la humanidad en su conjunto, dado el carácter de polo ideológico que el imperio soviético ejemplificó durante buena parte del siglo XX. En última instancia, un sueño roto para él, para su pueblo y para nosotros.

Se ha ido Gorbachov como símbolo arrumbado de otra Rusia posible, en pleno ascenso delirante del nacionalismo ruso, una derivada que él combatió porque su proyecto político –frustrado, cierto– estaba hecho con los mimbres de la cooperación, el bienestar material para su pueblo y la paz. Nada menos.

No, no queremos ver a Gorbachov como otra cosa que servidor de una gran causa justa. El hijo de campesinos, abogado y comunista, mientras tal cosa fue aún posible, tuvo la valentía de abandonar la hipocresía que falsificaba los resultados de la planificación centralizada e intentar limpiar de adherencias burocratizantes las arterias del sistema. La Unión Soviética había perdido el pulso económico, militar y político con los EUA y las alianzas occidentales. La historia, el músculo nuclear, la corrupción y los privilegios de las personalidades en la órbita del Kremlin sostenían el decorado institucional en el inmenso territorio del Báltico al Pacífico.

"Se ha ido Gorbachov como símbolo arrumbado de otra Rusia posible, en pleno ascenso delirante del nacionalismo ruso"

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La monumental biografía que William Taubman dedicó a Gorbachov (2017), nos lo muestra a través de los testimonios de quienes lo trataron: “Teniendo todo el poder en sus manos (…) se arriesgó a perderlo en nombre de ciertos valores y principios éticos”; “¿cómo pudo un país no del todo normal acabar teniendo un líder con reflejos éticos normales?” o, en palabras paradójicas del propio Gorbachov, “le aseguro que soñar despierto no es un rasgo de Gorbachov”.

Llegado el momento decisivo de impulsar las reformas, tanto occidente como los comunistas menos reformistas y los sectores liberalizadores del interior dieron la espalda al último secretario general del comité central del PCUS. “La Unión Soviética se desintegró cuando Gorbachov debilitó al Estado en un intento de fortalecer al individuo. Putin fortaleció al Estado ruso por la vía de recortar las libertades individuales”, cierra Taubman.

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