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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El milagro de nacer en Galicia

Los gallegos, gente dada a la modestia, no están por la labor de reproducirse y llenar la Tierra de hijos de Breogán. La consecuencia natural es que el número de nacimientos haya vuelto a menguar en un 2 por ciento durante la primera mitad del año, mientras las defunciones crecían un 8,9.

Quizá esto último explique la pujanza de la industria del mueble fúnebre en Ourense, provincia copiosa en fabricación de ataúdes pese a la competencia de los féretros low cost de China.

Entre la poca gente que nace y la mucha que dimite de la vida, somos cada vez menos. Solo una arribada de inmigrantes en gran número podría equilibrar las cuentas, aunque no parece que la excéntrica situación de Galicia y su modesta economía atraigan a los extranjeros.

La de la natalidad es una causa perdida. Intentó relanzarla hace bastantes años el entonces presidente Fraga, que quiso poner a parir, literalmente, a las ciudadanas de su reino; pero quia. Los porfiados llamamientos de Don Manuel para que las gallegas (con el auxilio de los gallegos) produjesen más niños no tuvieron el menor éxito. La renta por útero se mantuvo tan baja como de costumbre en los últimos cuarenta años.

"No es cosa fácil enderezar la flecha de la natalidad, por muchas medidas –y no son muchas– que los gobiernos tomen para animar a los ciudadanos a la feliz y productiva coyunda con las ciudadanas"

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No es cosa fácil enderezar la flecha de la natalidad, por muchas medidas –y no son muchas– que los gobiernos tomen para animar a los ciudadanos a la feliz y productiva coyunda con las ciudadanas. El de Galicia es un vecindario muy envejecido en el que uno de cada cuatro habitantes es vaca y otro de cada tres, pensionista; de modo que no podríamos hacerlo aunque quisiéramos. Si bien placenteros, los ejercicios previos a la facturación de un bebé resultan fatigosos a según qué edades.

Quedaba la esperanza de un reflujo de la larga emigración que en su día convirtió a Buenos Aires en una de las ciudades más pobladas de Galicia. Algún propósito hay de facilitarlo mediante la concesión de la nacionalidad a algunos nietos de emigrantes; pero no es seguro que la ley que lo permite llegue a entrar en vigor.

Parecería un acto de justicia poética –y demográfica– que el retorno más o menos cuantioso de los descendientes de aquella marea migratoria que desangró a Galicia viniese a salvar ahora el censo de población.

Lamentablemente, no es probable que eso ocurra. Las migraciones son, a fin de cuentas, un fenómeno de orden económico y en modo alguno sentimental, como bien podrían dar fe los cientos de miles de gallegos que partieron hacia el otro lado del Atlántico huyendo de las penurias que padecía este reino.

Por la misma razón, sería entendible que los nietos de aquellos emigrantes eligiesen a su vuelta territorios de mucho mayor atractivo fabril y salarial que Galicia, como, un suponer, Cataluña, Madrid, el País Vasco o la zona del Levante. Resulta difícil competir con ellos, por más que el viejo Reino de Breogán haya mejorado su calidad de vida e incluso empezase a tejer una incipiente –e insuficiente– industria autóctona en los ramos del textil, la manufactura agroalimentaria y la automoción.

Con menos cunas que sepulturas y poco tirón económico para los inmigrantes, a nadie debiera sorprender que Galicia haya perdido más de 120.000 vecinos en los últimos cuarenta años. Nacer en este país de los confines de Occidente empieza a ser una especie de milagro: y se conoce que el Apóstol los ha agotado ya todos.

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