Aunque todo esté fundido por los bordes, es fácil identificar el mundo del rock y el del reguetón en cualquier lista de principales, con el paulatino encogimiento de la mancha del primero y la expansión del segundo. Más allá incluso de ritmos o compases se podría hablar de dos culturas, con sus asentamientos étnicos y sociales dominantes: alguien con inclinación más o menos intelectual, posición social no marginal y color de piel tirando a blanco suele asumir hoy de lleno el rock pero, sobre todo si es varón, le cuesta con el reguetón. La simplicidad del rap que este suele llevar dentro, el modo en que se cuela en sus letras un confuso ‘spanglish’ y hasta una sensualidad basada sobre todo en el cuerpo femenino le disuaden. No es una guerra con muertos y heridos (ni en apariencia un episodio de la lucha de clases), pero se libra a diario en las ondas, conciertos, festivales y discotecas.