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Juan Carlos Herrero

El timo de la “empanadilla”

Servicios a la comunidad para un “influencer”

Este “cerebro” social que es interné, redes sociales como neuronas que parecen anárquicamente organizadas, choca con los sentimientos más auténticos cuando se utiliza con desaire, maledicencia.

Se vio reflejado en el affair de la “empanadilla” que un desafortunado “youtuber” degustaba en Vigo.

Mientras hacía la deglución, no regurgita de petaca puesto que el apetecible bocado había que abonarlo, pensó que iba ser gratis a cambio de una pretendida publicidad del local en su espacio virtual, vacío de virtudes.

Se equivocó. Ignoró estar en Vigo, la ciudad de las luces.

El episódico asunto de la empanadilla: tratar de cascar al alto la lleva que le “tangaron”, se resolvió favorablemente tras el mal momento vivido por la dependienta del establecimiento, y la mejor explicación de su dueña que defendía con fervor y sabiduría la solera de su negocio inveterado.

Dado que el prestigio del bar de tapas no se resintió, al contrario, el apoyo de los clientes y la sociedad es unánime, no tendría sentido continuar el pleito, zanjarlo con unos ejemplares servicios a la comunidad.

"Al 'youtuber' podrían imponerle servir al público vigués con el mismo horario que la chica a la que causó daño moral"

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Para este tipo de resoluciones judiciales haría falta el ilustrísimo señor Emilio Calatayud, pero es juez de menores en Granada.

Igual, en Vigo, un magistrado de mayores se prestaría a sentenciar esta constructiva opción, dándole una oportunidad al chico de la “empanadilla”, todo tiene su parte positiva. Los educadores apostamos por la reinserción siempre, como un juramento hipocrático aplicado a la sociedad.

Imponerle unos servicios a la comunidad en el mismo establecimiento, incluido mandilón para no mancharse, tirar de horno y sartén.

Durante un par de meses servir empanadillas al público vigués con el mismo horario que la chica a la que causó el daño moral. No todo es dinero, de hecho las empanadillas se venden como churros, bendito sea.

La gerente del establecimiento no le negará su sueldo, seguro.

Ganarían todas las partes, y por supuesto el chaval al que debemos dar una nueva oportunidad: que la publicidad que promueve se haga conforme a norma, sin intimidaciones, prevaricaciones o cohechos que también los particulares caemos en esos pecados capitales.

Que cante en su red con la música de “En Vigo me enamoré” al alto la lleva, y de estribillo: -¡Visitando la ciudad, en Vigo yo me enteré, si te apuntas a degustar, has de soltar parné!.

–¡Vendo en el bar de la Tapa, en el bar de la Tapa vendo…..!

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