El miedo es una dimensión natural de la vida humana. Desde la infancia se experimentan formas de miedo que luego se revelan imaginarias y desaparecen; sucesivamente emergen otros perfiles de miedos, que tienen fundamentos precisos en la realidad, y se deben afrontar y superar con el esfuerzo humano y con confianza en Dios.

Hay una forma de miedo más profunda, de tipo existencial, que a veces se transforma en angustia: nace de un sentido de vacío, asociado a cierta cultura impregnada de un nihilismo teórico y práctico generalizado.

A san Bartolomé se le invoca como al “santo quitamiedos”, especialmente contra los insomnios o trastornos del sueño muy frecuentes en la infancia, los llamados terrores nocturnos de los niños. Estos trastornos del sueño también son conocidos como “parasomnia”. Asimismo, San Bartolomé es “abogado del habla”, a él se recurre a menudo cuando se nota un retraso del habla en los niños, puesto que se comunican con los gestos pero tienen dificultad para imitar sonidos.

Sobre este tipo de alteraciones narro un suceso ocurrido en junio de 2021. Me dirigía a la iglesia para la misa de las ocho de la tarde cuando un matrimonio veterano de la comarca de la Louriña se me acercó y me preguntó si podían pasar los niños por debajo de san Bartolomé. Le dije que no era posible hasta las novenas y las fiestas patronales de agosto en las que se ponía al santo en el anda. Les indiqué que mientras no tuvieron esa oportunidad podían rezarle, asistir a misa, hacer una novena, darle una limosna, etc., y San Bartolomé les atendería. Añadí esta recomendación: “Además, no dejen de llevar al niño a un buen pediatra”. Me contestaron: “Xa o levou a nosa filla, e o médico díxolle que viñeran co neno a san Bartolomeu, que tamén a el o levara a súa nai de pequeno”. Pensei para min: “Iso é traballar en equipo”.

Bartolomé (bart Talmai, hijo de Tolomeo), antes llamado Natanael (Natan-el, don de Dios), fue admitido entre los apóstoles y, tras la Ascensión del Señor, recibió la misión de evangelizar Armenia, Persia, Arabia y la India. Se dice que tradujo el evangelio de San Mateo al indio. Después de reducir al silencio los ídolos paganos, lo detuvieron, le arrancaron la piel en vivo y luego lo decapitaron, algunos hagiógrafos afirman que fue crucificado cabeza abajo en Armenia.

Desde el comienzo de la novena de san Roque, el 6 de agosto, hasta el 24 que es la fiesta del patrono de Rebordáns (parroquia que en los documentos manuscritos antiguos aparece como “San Bartolomé extramuros”) es tradición dar los “croques” o “troupadelas” contra el anda del santo al pasar por debajo. Algo parecido ocurre en el monte Aloia, cuando en la fiesta de San Julián (27 de enero) los devotos del santo invocan su intercesión para aliviar los dolores de cabeza mediante tres pequeños golpes o “troupadelas” con el “peto” o cepillo del santo en la cabeza del devoto.

Se conoce esta costumbre como “rito de paso” o “rito contagionista”, por razón de la creencia en la transmisión por contagio o a distancia de los valores morales o los poderes taumatúrgicos que adornan a la persona o al objeto que se venera. No hace muchos años, en la basílica de Santiago Compostela muchas personas, y especialmente los niños, golpeaban sus frentes en la testa del maestro Mateo, llamado por ello como a nuestro patrono “Santo dos croques” o “Santo das cabezadas”, para contagiarse de su sabiduría e inteligencia.

Por eso, muchos padres ante el terror nocturno de sus hijos, el retraso en el habla y otros trastornos infantiles acuden confiados a san Bartolomé como extraordinario pediatra y “santo quitamiedos”.

*Canónigo archivero de la catedral de Tui y párroco de San Bartolomeu de Rebordáns