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USA: la ley de Reducción de la Inflación

Esta semana, tras su paso por el Senado de los Estados Unidos, el presidente Biden ratificó la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), una norma compleja que adopta una amplia panoplia de medidas contra la inflación y lo hace afrontando algunos problemas estructurales de calado. Es decir, la lucha contra un gran desequilibrio desencadenado por las crisis pandémica y de la guerra en Ucrania se consigue mediante decisiones de futuro que caminan en la dirección de una mayor equidad en la sociedad americana y de una lucha mucho más activa contra el cambio climático.

El premio Nobel Joseph A.Stiglitz, profesor en Columbia y presidente del Consejo de Asesores de la Casa Blanca, recuerda en un gran artículo sobre el particular que hay un problema teórico con respecto a las causas de la inflación actual, que para algunos es fruto de una crisis de demanda y para otros, de oferta. La nueva norma vale en todo caso: “Para los preocupados por la demanda excesiva, hay más de 300.000 millones de dólares en reducción del déficit. Y por el lado de la oferta, el proyecto de ley movilizará 369.000 millones de inversiones en seguridad energética y descarbonización. Esto ayudará a reducir el costo de la energía, uno de los principales impulsores del crecimiento actual de los precios, y volverá a encaminar a Estados Unidos hacia la reducción de sus emisiones de dióxido de carbono es un 40% (desde los niveles de 2005) para 2030. Stiglitz recuerda que los efectos del cambio climático son cada vez más onerosos para todos, especialmente para las capas más pobres de la población que sufren más intensamente el efecto de los incendios, huracanes, inundaciones, etc. Y además, ya es hora de que los Estados Unidos adquieran un liderazgo en esta materia, después de las dudas sembradas durante la legislatura anterior, de tan infausto recuerdo.

Todas estas actuaciones encajan en un puzzle que probablemente podría adaptarse como un guante a otros países (¿España?). Porque la reducción del déficit se pretende abordar sobre todo mediante una reforma fiscal que resuelva el problema de inequidad abierto en USA: “las corporaciones y los hogares más ricos –dice Stiglitz– no están pagando la parte justa de sus impuestos. Eso no solo erosiona la confianza no es la democracia, sino que también es económicamente ineficiente. Los ingresos tributarios son necesarios para financiar gastos públicos esenciales sin generar déficits inflacionarios”.

La medida estrella de la reforma es el establecimiento de un impuesto de sociedades mínimo del 15 %, con lo que USA se suma a la movilización en tal sentido de la comunidad internacional con una medida que trata de impedir que los ganadores de la carrera competitiva sean las corporaciones multinacionales. En definitiva, “un impuesto corporativo mínimo del 15 % no solo aumentará los ingresos que tanto se necesitan; también ayudará a detener esta carrera mundial contraproducente”. Hay que recordar que este impuesto mínimo, propuesto por la OCDE, ha sido adoptado por 140 países, y en la UE ha encallado de momento por el bloqueo de Polonia.

Biden, como buen demócrata, quiere devolver a los EE UU a un leal multilateralismo: “desde el cambio climático y la inseguridad alimentaria hasta la lucha por la democracia en Ucrania, hay muchos temas para los que necesitamos la cooperación mundial. Al igual que las medidas climáticas, el impuesto corporativo mínimo de Estados Unidos es un paso importante para demostrar que podemos ser buenos ciudadanos globales”.

La doble receta, reducción del déficit público y seguridad energética (que abaratará la energía), debería ser la pauta occidental en la actual coyuntura, en que nos vemos obligados a afrontar el primer lugar el chantaje ruso. Si realmente se firma el acuerdo con Irán que reconcilie a este país con la comunidad internacional, sus hidrocarburos podrían ser esenciales para paliar las marrullerías de Moscú y acelerar, en mejores condiciones –orillando la recesión incluso– la autosuficiencia energética.

“USA ha vuelto”, podría decirse, con Biden, ante unas políticas planteadas sobre todo el tejido global, que van en el sentido correcto y que marcan una dirección común.

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