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Santiago Lago Peñas.

Incendios, cambio climático y ordenación del territorio

Los incendios que estamos sufriendo en España y en Galicia nos asustan a todos. Y nos preocupan. Con la mayor parte del verano todavía por delante y predicciones de sucesivas olas de calor con muy escasas precipitaciones, es inevitable que se vayan a producir incendios devastadores, que dañarán nuestro medioambiente y podrán en peligro vidas. Como siempre ante situaciones extremas, la demagogia y los análisis simplistas pueden oscurecer los análisis y las respuestas más cabales. Ojalá que esta vez lo evitemos. A continuación, recojo algunas ideas al respecto.

El cambio climático es una enorme amenaza para todos que ya se ha comenzado a concretar. Olas de calor extremo que se superponen, precipitaciones que se reducen y concentran en el tiempo, anticiclones que se cronifican; todo ello genera el escenario propicio para que los conatos se conviertan en incendios, particularmente virulentos y peligrosos.

El caos en la ordenación del territorio y el abandono de miles de hectáreas hacen que afrontar los fuegos futuros no se arregle con un aumento de los medios de extinción. Por supuesto, debemos tener medios acompasados a nuestra masa forestal, pero sería un disparate fiarlo todo a la extinción: sería inviable mantener miles de camiones motobomba, cientos de aviones o docenas de miles de bomberos forestales.

Sin duda, la limpieza de montes es una actuación fundamental. Aunque, de nuevo, hay que contextualizar. En un escenario de cientos de miles de hectáreas del territorio desatendidas, sin actividad económica que le dé sentido y, en muchos casos, sin propietarios bien identificados, tener el monte actual perfectamente limpio exigiría una ingente cantidad de dinero público. Hablamos de muchos cientos de millones de euros de la Xunta todos los años. No los tenemos.

Prevención y extinción bien dimensionadas son un ingrediente fundamental para luchar contra la lacra del fuego. Pero solo si se despliegan sobre un territorio ordenado; que utilice productivamente el territorio para usos agrarios, ganaderos y forestales de forma inteligente; y que fije población. No es viable convertir toda Galicia en un parque natural, pero sí apostar por diversificación y complementariedad, por evitar monocultivos como el del eucalipto y por preocuparse del paisaje.

En mi opinión, y en la de muchos otros, Alfredo Suárez Canal, Conselleiro en el bipartito, fue el primero en apostar claramente por este enfoque. Lamentablemente, esa apuesta no fue mantenida por los que le sucedieron, hasta la llegada José González. Hoy tenemos una buena ley que posibilita el necesario cambio estructural en el uso de la tierra, experiencias piloto exitosas y proyectos bien encaminados. Ahora necesitamos tiempo, perseverancia en la ejecución de la estrategia y consenso social y político que la arrope.

Reordenar Galicia no es tarea de una legislatura o dos. Incluso aunque intensificásemos el ritmo de actuaciones, en 2030 aun nos quedará por hacer, porque el reto es hercúleo. Y de aquí a entonces habrá olas de incendios y motivos para el desánimo. Por eso, necesitamos un gran pacto de país que nos permita trabajar a largo plazo y evite tentaciones cortoplacistas de unos y otros.

*Director de GEN (UVIGO) y del Foro Económico de Galicia

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