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Juan Carlos Herrero

Deconstruir el verbo judicializar

La urgente necesidad de acabar con el enquistado conflicto entre el Estado y Cataluña

Hay que tirar de breviario para aclarar los primeros encuentros entre la consejera de Presidencia de la Generalitat y el señor Bolaños, ministro también de la Presidencia de otra ‘generalidad’ tal como entendemos al Estado plurinacional. Estamos rodeados de generalidades. Decimos primeros encuentros entre partes, pues hay un antes y un después que la señora Vilagrá Pons hiciera pública la “desjudicialización” del conflicto Estado-Cataluña, no dijo entre España y Cataluña.

No estamos para cuestionar la política. Ya lo dejó claro John Locke, que es por el que se inclina Vilagrá. Montesquieu era más del poder judicial. Fue quien puso las tres patas a la política desjuntada.

El diccionario recoge la judicialización. Lo de desjudicializar no lo pilla por lo antitético de la intención separatista. Las palabras sirven de muleta para todo. Los poderes se dividen o se separan, solo falta que se divorcien, que es lo que está en juego.

Con el prefijo ‘des’ tenemos: desjarretar, o sea debilitar y dejar sin fuerza; desjugar, que es sacar el jugo; desjuiciado, falto de juicio, o por último desjuntar.

Viene de perlas para ver la teleología o causa final pretendida para desanudar el conflicto.

En lo formal, las partes vigilan la cuota de impartición de clases de las respectivas lenguas, pero en el fondo la frase con esos términos sería tal que: “A ver cómo desjarretamos a la otra parte para seguir desjugando el desjuiciado conflicto con objeto de alcanzar el desjunte que pretendemos”.

La frase en sí no dice nada y lo dice todo.

Siempre es más aprovechable que el palabro “desjudicializar”, al fin y al cabo nos retrotraen a Locke desjarretando al bueno de Montesquieu.

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