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Joaquín Rábago.

Fracaso de la diplomacia

Publicaba el otro día ‘El Roto’ en la prensa una viñeta irónicamente titulada “El diplomático” en la que aparecía un soldado armado hasta los dientes y en actitud de enfrentarse al enemigo.

Era la mejor descripción de la situación en la que nos encontramos desde que, en una decisión una y otra vez pronosticada y tal vez incluso esperada al otro lado del Atlántico, el líder del Kremlin decidió invadir Ucrania.

Desde entonces, la diplomacia ha callado o, mejor dicho, ha sido silenciada, y quienes defienden sus virtudes y su absoluta necesidad en este momento son inmediatamente tachados de “ilusos” cuando no de cómplices de Vladimir Putin.

Hay que reconocer que la mayoría de los medios occidentales, abducidos por el discurso imperante en Washington y Bruselas, contribuyen a esa tarea sin que nadie piense ya en qué es lo que desató el conflicto, en la advertencia de algunos de lo que podría pasar y mucho menos en sus consecuencias.

Consecuencias que estamos viendo ya estos días sobre todo en Europa: inflación desatada, amenaza de cierre de empresas y penurias de todo tipo para los ciudadanos europeos.

Por no hablar ya de las inevitables repercusiones en lo que antes llamábamos desde nuestra óptica occidental “países en desarrollo”.

Hablar, aunque sea por teléfono, con el líder del Kremlin se ha convertido en tabú, y la única respuesta que se considera lógica y lícita a los ataques rusos en territorio ucraniano es el envío continuado de armas cada vez más pesadas para la defensa de Ucrania.

Se culpa a Putin de mentir sistemáticamente, pero se olvida al mismo tiempo que los gobiernos occidentales mintieron a su vez a Moscú al asegurar, que a cambio de la reunificación alemana, la OTAN no avanzaría hacia el Este de Europa, aproximándose así a las fronteras rusas.

Se elogian los sucesivos viajes de líderes occidentales a la capital ucraniana para entrevistarse con el presidente de ese país, Volodímir Zelenski, mientras que se califican de “inútiles” las llamadas telefónicas al Kremlin del presidente francés o el canciller federal alemán.

Parece en cualquier caso como si no existieran más conflictos en el mundo que este en suelo europeo y que no hay otros en los que habrá que negociar también con Moscú: Siria, Libia o las negociaciones con Teherán en torno al pacto nuclear.

Y sobre todo habrá que hablar con Rusia, pero también con su actual aliada de conveniencia, la China comunista/capitalista, del mayor desafío que tiene el planeta y que parece de pronto olvidado: el cambio climático.

Hay todavía voces, dentro del Partido Socialdemócrata alemán, no así entre los Verdes , que han convertido la guerra contra Putin en una cruzada moral, voces que hablan de la necesidad de no romper todos los lazos con Moscú.

Parece que los únicos que desde Washington y Moscú no han dinamitado todos los puentes y siguen hablando son sus mandos militares: los jefes de sus Estados mayores, algo esencial si se trata de evitar una escalada.

Conforme se alarga el conflicto y crece la preocupación entre los ciudadanos comienzan, sin embargo, a escucharse cada vez más voces que consideran insostenible y cada vez más preocupante la situación.

Una de esas voces es la del alemán Wolfgang Richter, coronel retirado y hoy investigador de la Fundación “Ciencia y Política”, de Berlín.

“Hay que mantener los contactos a nivel militar para prevenir posibles conflictos y eventualmente desescalar. No puede depender todo de si Putin sigue o no en el poder”, explica el exmilitar, según el cual “hay que aceptar que la otra parte tiene sus propios intereses de seguridad”.

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