La revolución que estamos presenciando en los mercados energéticos llega a ponernos atónitos al contemplar una mezcla perversa de problemas como atender a la crisis climática, resolver el dilema del consumo de materias primas energéticas contaminantes, contener los efectos inflacionistas del manejo del mercado energético con mecanismos como mínimo no transparentes y la necesidad de transitar energéticamente hacia nuevas realidades sostenibles medioambientalmente, crear proyectos de eficiencia energética con tecnologías usables, probadas y eficientes, así como que la energía del futuro sea asumible económicamente por las empresas y la población general.
Las premuras en las decisiones, alterando planteamientos de cambio planificados a medio y largo plazo, acordados de forma compleja a través de prolijas reuniones internacionales en el marco de las Naciones Unidas como la Convención Marco contra el Cambio Climático (CMNUCC) y regulados con dificultad de acuerdo político internamente en cada país, nos hace entrar en jardines difíciles de salir si las cosas se complican, principalmente por la incertidumbre incrementada a un grado superlativo, por los efectos de una guerra real con destrucción y muerte en la misma puerta de nuestra casa.
La confluencia de abordar problemática a corto plazo, como por ejemplo garantizar suministro energético cuando las empresas y la población lo necesita, es decir ya –el invierno es frío y las casas europeas tienen que tener la temperatura adecuada para poder vivir– con el abordaje de medidas a medio y largo plazo que encajan en las planificaciones acordadas incluidas en lo que se denomina transición energética y medioambiental, no pueden estar sometidas a la dinámica mediática de minuto y resultado, con adopción de decisiones estructurales de un día para otro, porque tendremos problema energético para rato.
Se cuestiona de forma ligera la bondad de las alternativas ya planificadas, como la descarbonización o la utilización de recursos renovables para la obtención de la energía que necesitamos y por tanto vuelta a empezar, volviendo a abrir las centrales térmicas de carbón, por ejemplo, cuando en los países más concienciados ya habían pasado esa página, como el caso de España, y subsiste todo tipo de trabas burocráticas y luchas de intereses para impedir que avancen los cambios a renovables. La servidumbre de todo cambio es negociable, pero no puede ser soslayable. Si hay que poner postes eólicos o placas solares, hay que hacerlo y punto.
*Economista