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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La ocasión

El Día de Galicia, o del Apóstol Santiago, o de la Patria Galega, ha sido hasta ahora, con la larga excepción de la dictadura, una jornada festiva en la que las diferentes opciones políticas aprovechan para exponer programas, idearios y propósitos cara a cuando toque acudir a las urnas. Se hacía, y se sigue haciendo, en un marco en el que conviven –juntas, pero no revueltas– gentes de todas las ideologías y devociones sin que. se hayan producido incidentes salvo, quizá algún alboroto menor desde los extremos. Esa es la tradición, quizá con la diferencia de que este año, tras dos de precaución y restricciones por el COVID-19, habrá seguramente una mayor sensación de libertad.

Eso se verá, o no, ya desde las primeras horas, como es probable también que este 25 de julio añada, en los habituales discursos de los partidos, algo más de lo habitual. A diez meses de dos citas –aunque se insista en que nada tienen que ver unos resultados con otros–, hay diferencias esta vez. La primera es que los comicios regionales tendrán una lectura especial tras los de Madrid, Castilla y León y, sobre todo, Andalucía. La segunda, que las municipales también, pero de otro modo: sería de ilusos suponer que el desgaste del PSOE y la decadencia de UP no se notarán, como tampoco el cambio hacia el centro en el PP. Puede que influyan en los mensajes que saldrán desde Compostela.

La tercera diferencia es la inteligente –y a la vez, audaz– iniciativa del presidente Rueda Valenzuela que, en víspera de otro mensaje –el de la Ofrenda, en que suele llamarse a la unidad– ha propuesto a los dos partidos de oposición en el Parlamento autonómico, llevar una agenda pactada, común, a la entrevista que don Alfonso mantendrá esta semana en Moncloa con el señor Sánchez. Un encuentro donde la cortesía previa parece brillar por su ausencia: citar a tres nuevos presidentes electos, los tres del PP, en un mismo día es, en opinión personal, un gesto, al menos, de cierto desprecio institucional. De los que no escasean desde Presidencia hacia una oposición que “estorba”. Sic.

La propuesta, que habrá de completarse si se acepta, es una oportunidad excelente para que los tres partidos se pongan de acuerdo en –al menos– fijar una lista de urgencias que Galicia necesita y un orden de prioridades para resolverlas. Y, conste, hay coincidencias claras: el rechazo, por ejemplo, a la nueva Ley de Costas, como el desacuerdo planteado por las etéreas soluciones al problema de la A-6, y, aún de mayor volumen, el proyecto y plazos del Corredor Atlántico de mercancías ferroviarias, etcétera. Y conste que quien esto expone es consciente de lo difícil que aquí es pactar, porque requiere generosidad y nada de sectarismo, pero por una vez confía en que exista eso en la política gallega.

Es cierto que habrá que verlo, pero se habla de una ocasión favorable no solo por el significado del Día, sino porque las reivindicaciones que se citan, como otras, han sido formuladas ya por PPdeG, PSdeG y BNG, aunque por separado. Los tres, pues, habrán de explicar que ahora no sean capaces de entenderse, y hacerlo a los votantes en general que, por cierto, están ya cerca del hartazgo de que aquí se hable mucho y se haga poco. Lo que no es un reproche igualitario, porque no todos tienen la misma responsabilidad, pero desde luego sí pretende ser un recado para evitar que después pase algo diferente a lo que ahora mismo cree cada cual. Y ya se sabe lo que dice el refrán sobre el que avisa.

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