Opinión | DESDE MI ATALAYA

Marín, tradición y destino

Dentro de su relación vinculante con el mar, porque nuestra villa es un pueblo “botado al mar”, lo que implica reconocer su irrevocable y natural vocación marinera; la villa de Marín, que “yace en tierra de Morrazo”, a la vera de su inigualable ría, al borde de la Galicia atlántica, se conforma como un pueblo de recia estirpe marinera, y con el correr de los tiempos, el binomio “hombre-mar”, como una opción claramente definida de un estilo de vida firmemente adoptado. Por otra parte, se ha dicho que la historia de Galicia, a partir del siglo X, es realmente un proceso de “creación eclesiástica”, por cuanto las ordenes monásticas, fueron las grandes promotoras de su fe y de su cultura, así como de su desarrollo económico y su progreso social. Por ello Marín, no es sino el exponente feliz de la obra colonizadora de los monjes blancos de Osera, a través del Priorato (que los marinenses nunca dejaremos de maldecir los suficiente, su derribo. ¿Dónde estaba Patrimonio?). Pues bajo su abacial señorío, durante casi ocho siglos, su influencia espiritual y civilizadora que marcaron nuestra manera de ser, y fueron impulsados y protegidos, en el genuino trabajo del mar, que fue su ocupación y su destino.

Y frente a los complicados, extensivos y costosos medios de captura, que fueron instrumentos de explotación de la pesca, al servicio de potentados; los marinenses, con tino y mesura, utilizaron las llamadas artes menores, por su sencillez, economía y parcas en las extracciones, porque vieron en el mar el sustento de sus hijos, y no la mina inagotable donde saciar las ansias de la ambición de riquezas. Utilizaron los “trasmallos” y lo “miños” o “palangres”, ejerciendo los marinenses, durante siglos, una verdadera artesanía de la pesca, celoso de conservar el preciado tesoro que encerraba el mar en sus entrañas. Lo que no impidió que fueran los “polbeiros” y los “xeiteiros” de Marín, quienes abastecieran de sabroso pulpo las ferias y mercados de Galicia entera y llenaban de fresca sardina las caballerías que “recueiros” y “arrieiros” conducían diariamente, tierra adentro, hasta las comarcas del Deza y del Avía, del Arenteiro y del Barbantiño.

La llegada de los catalanes a nuestras costas, a mediados del siglo XVIII, trajo la introducción de nuevas artes de captura que revolucionaron la pesca por la exigencia del fuerte movimiento industrializador. Así la lucha entre el “xeito” y la “traíña”, que resquebrajo la unidad de la gran familia marinera, por algún tiempo, fue todo un proceso que facilito el paso a la modernización de las técnicas pesqueras. Al tiempo que pobló el litoral de nuestra ría de fábricas de salazón y conserva, convirtiéndose el puerto de Marín en un gran centro de exportación a muchos puntos de España y del extranjero. Y es entonces cuando nuestra tradición pesquera gana para Marín una brillante época de florecimiento y expansión comercial, que dicho de paso, no hemos sabido continuar adecuadamente.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents