Opinión | Crónica Política
Hace falta gente
A primera vista no parece este el día más adecuado para plantearse la cuestión de si hay o no solución al problema de los incendios forestales. Y menos todavía cuando se anuncia para hoy mismo otra ola de calor que viene a complicar la lucha contra una situación que deja ya muertos, heridos y destrucción por doquier. Y aunque en este caso es imposible creer en aquello de que no hay mal que por bien no venga, ha de existir lugar para la esperanza: acaso cuanto ahora ocurre motive a la sociedad en bloque para un cambio radical de la óptica con que se contemplan los remedios para un maldito asunto que se agrava casi cada año pero que nunca encuentra una solución razonable.
Y es que, de momento, apenas se han oído voces de reproche desde los diferentes grupos políticos señalando con el dedo la presunta culpa de los gobiernos cuyas comunidades arden por los cuatro costados. Pero no tardarán: en la España de hoy, la vileza, el cinismo, la marrullería son acompañantes de la mediocridad que, con excepciones, forma parte del oficio del que vive, y muy bien, cada vez más gente. Y eso, entre otras causas que no vale la pena citar, repercute en la gravedad de los males que acontecen porque, al no obtener siquiera remedio temporal, tienden a volverse endémicos. Que nunca se resolverán si los que mandan, y los que quieren hacerlo, no llegan a un pacto. Por el monte.
Ese requisito –previo–, suena en Galicia a quimera. La Xunta en sus diferentes colores y presidencias, la oposición desde constantes reclamaciones, han hablado de ese gran acuerdo, pero Nadie, hasta ahora, ha superado la etapa de “instancia” a “proyecto” y menos aún a la decisión de alcanzarlo entre todos. Y por todo esto –además de lo otro, que no es poco– el monte arde, destruye y empobrece al país sin que los esfuerzos legislativos sean suficientes ni acabe de cuajar una cultura ad hoc, aunque para ello se necesite dejar atrás costumbres y tradiciones. Que, por cierto, aunque duela decirlo, no pocas veces han estado en el origen del fuego forestal junto al clima,
Y es que, al decir de quienes de verdad entienden, al espacio forestal –y rural en general– de Galicia le hace falta gente. Urge poblar eso que llaman “vacío” porque es el método, quizá más largo, pero más seguro, para reducir primero y eliminar después en la medida de lo naturalmente posible, los malditos incendios. Poner el monte en valor, que rinda y permita que sus pobladores, propietarios o no, vivan con dignidad trabajándolo, hará que ellos sean los que lo cuiden, lo prevengan y avisen los primero del riesgo. E incluso que impidan que un loco, in miserable o un indeseable le aplique una cerilla. A partir de ahí seguirán haciendo falta equipos de extinción y el resto de los operativos. Pero menos.
En todo caso, el Pacto que se reclama no es solo “para” el monte, sino “por” el monte. Estos días se repite más que nunca lo de que “en verano arden, en invierno se evita”. Casi nadie lo practica alegando falta de recursos, técnicos, etcétera: pues en la tarea, enorme, de evitar que arda la riqueza forestal del país, habrá que habilitar “limpiadores”. Y mientras el rural no se repuebla, emplear a cientos de miles de parados –en condición de trabajadores, por supuesto, e incluso colectivos obligando a los comuneros a que cuiden en serio su propiedad. No se trata de trabajos forzados, conste, sino de dar empleo a quienes no lo tienen, lo que hasta permitiría ahorrar fondos si entre las soluciones está eliminar incendios y reducir los costes de extinguirlos. ¿Una simpleza? Puede, pero quizá no lo sea si hay quien se atreva a afrontar el coste político/electoral de hacerlo, claro.
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