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¿Quién pone el cascabel al tigre?
El giro a la izquierda es un parche político que no afronta la gravedad del momento económico
Gobernar en tiempos convulsos es perder. Trump fue derrotado en 2020. Macron, recién reelegido, se ha quedado sin mayoría en junio. A Boris Johnson lo han echado los suyos. Mario Draghi, que logró formar un Gobierno de unión nacional en Italia, con la extrema derecha y la izquierda, acaba de tirar la toalla porque los partidos quieren marcar paquete antes de las elecciones. Que la prima de riesgo, lo que Italia paga por seguir funcionando, sea la más cara les importa un comino.
Aquí, un Pedro Sánchez chamuscado ha sobrevivido al debate del estado de la nación, quizá porque sus aliados, que no le quieren, detestan más al partido que –encuestas dixit– ganaría hoy las elecciones.
Unanimidad en las portadas tras el primer día del debate: giro a la izquierda. Sánchez quiere seguir y por eso prioriza el pacto con sus aliados con los que discrepa en, como mínimo, economía y política exterior. Y esconde la cabeza bajo el ala ante la tempestad que se avecina. Parte de las medidas son razonables –hasta el PP se ha abstenido–, pero no son las obligadas si la crisis va a más. O sea, si la inflación acaba el año en el 8,1% como dice Bruselas, el precio del gas se dispara aún más y sacude a toda Europa si Putin corta el suministro a Alemania, y el BCE pone condicionalidad al gasto público para seguir comprando deuda.
Bajar el IVA de la electricidad, desconectar el precio de la electricidad del gas (excepción ibérica), socorrer a las rentas más bajas… es correcto. Como la gratuidad de los viajes de Cercanías y Media Distancia de Renfe, copiada de Alemania, donde el bono mensual vale nueve euros. Ayudar a los usuarios y combatir el cambio climático, sí; expandir la idea del gratis total, no. Y gravar los beneficios extras de las eléctricas lo han hecho Johnson y Draghi.
Otras medidas son polémicas, como el recargo a la banca, regulada por el BCE, que no hay en ningún país europeo y además puede repercutir a los clientes. Y es discutible –lo siento– los 100 euros más a los becarios porque –se ha de saber– financiar el déficit va a ser más difícil.
También peca politizando. Lo de la banca solo es para contentar a Podemos, que ahora pide gravar más también a los grandes supermercados (un disparate). Y Sánchez presume de que de esta crisis se ha salido sin recortes –no como en la del PP–, pero no es solo gracias a él. Hasta 2012, primero Zapatero y luego Rajoy tuvieron que recortar porque los mercados no nos prestaban el dinero que no teníamos y el BCE no compraba deuda pública del sur para que los electorados de los países “austeros”, que tenían menos déficit, no se sublevaran ante el temor de pagar con sus impuestos a los países “cigarra”. El euro peligró hasta que un discreto acuerdo Merkel-Draghi salvó las cosas.
En 2020 todo fue distinto, pero no solo por Sánchez, que estuvo en punta con los fondos de regeneración, sino porque la pandemia paralizó toda la economía y el BCE tuvo que sacar la manguera. Pero ahora todo vuelve a cambiar. La inflación se ha disparado –no solo por Ucrania– y seguir inyectando dinero tiene el riesgo de alimentar una infernal espiral de precios y salarios.
"Un pacto de rentas exigiría armonizar algo la subida de los salarios del sector privado y el de las pensiones; es un asunto explosivo"
Sánchez debería ser cauto. Los recortes fueron de Rajoy y de Zapatero. Y su calvario podría ser tener que contener el gasto público y afrontar la espiral precios-salarios. Habló poco del pacto de rentas porque es difícil. Con este IPC, los sindicatos exigen cláusulas de revisión y los empresarios, que no conocen el futuro, se oponen. Solo una gran presión del Gobierno podría hacer algo. Pero eso exigiría cambios radicales. ¿Pueden quedar los salarios del sector privado en el 2,45% (3,6% en las grandes empresas) al margen del de los funcionarios y que las pensiones suban con el IPC, pongamos un 8%? Políticamente es explosivo. ¿Quién le pone el cascabel al tigre? No un Gobierno en minoría, sino un pacto de, como mínimo, los dos grandes partidos.
Sánchez quiere pensar que la guerra acabará pronto y todo se arreglará. Y Feijóo calcula que si eso llega la responsabilidad es de quien gobierna. Le pasó a Zapatero que, en el peor momento, no encontró el apoyo del PP, sino el de Artur Mas y Duran Lleida. Sí, sí, fue así.
¿Serán irresponsables los dos si no negocian algo similar a un pacto de Estado? Sí, pero visto lo de Italia...
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