Los avances en el proceso de construcción europea y la profundización en la globalización e interconexión de las economías han hecho que las crisis que afrontamos sean cada vez más simétricas entre países. La Gran recesión, la pandemia, la invasión de Ucrania o, a otra escala, el encallamiento de un barco mercante en el canal de Suez nos afectan de forma simultánea. Por eso, llama la atención la insistencia en presentar los problemas como si fueran algo propio y no contextualizarlos, identificar las mejores respuestas en otros países y reivindicar las que aparentemente funcionan mejor. Cierto que este enfoque constructivo y racional exige estudiar más y ser menos visceral. Pero el bienestar de los ciudadanos y sus expectativas hacia el futuro lo agradecerían.

Salvo que la invasión en Ucrania dé un giro en las próximas semanas, el último trimestre del año se va a complicar mucho en lo energético y en lo económico en la Unión Europea. Y hay que prepararse para ello. A mi juicio, lo que podríamos y deberíamos hacer ya en España es lo siguiente.

Primero, un pacto de rentas amplio y ambicioso. Hay que acordar entre todos un escenario de subidas de salarios, pensiones, alquileres y márgenes empresariales para el trienio 2022-2024 con un incremento acumulado en el entorno del 10%; y pactar una cláusula de recuperación a partir de 2025 de la diferencia entre esa cifra pactada y la inflación finalmente observado. Todos necesitamos referencias y anclas para los próximos ejercicios que nos permitan repartir de forma justa y ordenada el esfuerzo. Si no lo hacemos así, estamos abocados a la conflictividad social y la inequidad en los esfuerzos. Los colectivos e individuos con más poder serán capaces de hacer que sus rentas suban lo mismo o más que la inflación, mientras otros pierden poder adquisitivo de forma sustancial y sin remedio.

Segundo, focalizar las actuaciones compensatorias. No podemos pretender proteger a todos. Evitemos medidas generalistas. Centrémonos en los hogares más vulnerables y en las ramas productivas más dependientes de la energía; en particular, transporte y pesca. Cierto que la guerra nos está mostrando los problemas estructurales en estos sectores y la necesidad de apostar en ellos por soluciones basadas en energías renovables. Pero para afrontar esto habrá que esperar a que pase la tempestad.

Tercero, armarnos de las herramientas necesarias para garantizar la solvencia del sector público y la confianza de los mercados financieros y nuestros socios. Necesitamos ya detallar el contenido concreto de una reforma a fondo del sistema tributario, avanzar en la lucha contra el fraude y la economía sumergida, eliminar o reformar programas de gasto con muy escasa rentabilidad social, y afrontar desde el rigor y el consenso la sostenibilidad del sistema de pensiones.

Sé que son muchas cosas. Pero las necesitamos todas.

*Director de GEN (UVIGO)