Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago.

Timothy Snyder: de historiador a activista proucraniano

El profesor de Yale Timothy Snyder es un conocido cronista de los horrores de las dos grandes dictaduras del siglo XX, pero su trabajo de historiador se ha resentido siempre de un fuerte sesgo ideológico.

Snyder hace una equiparación moral y política entre el genocidio sistemático del pueblo judío llevado a cabo por el régimen criminal de Hitler y el Holodomor, la gran hambruna a la que Stalin sometió a Ucrania, cuando son fenómenos distintos.

El Holodomor, ciertamente horrible, fue resultado de la política económica de colectivización forzosa, que implicó requisar cosechas y alimentos por el Estado en beneficio de la modernización de la industria pesada y no se limitó a Ucrania, sino que afectó a otros territorios de la URSS.

Por otro lado, si en un artículo publicado en “The New York Review of Books”, Snyder se refirió al hoy héroe nacional de Ucrania Stepán Bandera como fiel a los ideales fascistas, en su libro más famoso, Tierras de sangre, publicado algo después, el fascismo ucraniano, denunciado por muchos, parece haber perdido de pronto para él importancia.

Como apenas reciben atención en ese libro las masacres de judíos por los ucranianos en la vecina Polonia.

Sus tesis se aproximan en cierto modo a la de aquellos historiadores revisionistas germanos o franceses que hacen por igual responsables de genocidio a los dos dictadores: el alemán y el soviético.

Convertido desde hace tiempo en activista proucraniano, Snyder se apunta en un largo artículo publicado en “El País” a las tesis de quienes culpan hoy a los sucesivos gobiernos alemanes de excesiva complacencia con Moscú durante la larga y cómoda posguerra

Snyder coincide en sus críticas con el ministro de Exteriores ucraniano, que acusó al actual Gobierno de coalición tripartito de Berlín, presidido por el socialdemócrata Olaf Scholz, de hablar mucho y hacer en cambio poco para ayudar al país invadido.

El historiador estadounidense centra sobre todo su ataque en el filósofo alemán Jürgen Habermas, quien en un artículo publicado en la prensa germana elogió la “sensatez” de Scholz al no apresurarse a enviar armamento pesado para la defensa de Ucrania como reclamaban sus aliados liberales y Verdes y exigía con vehemencia Kiev.

Critica Snyder que el veterano filósofo de la escuela de Frankfurt se olvide hoy de que el dictador nazi considerase a los ucranianos un pueblo colonial y hubiese tratado de “matarlos de hambre y esclavizarlos”.

Es cierto lo que sostiene Snyder de que Hitler quiso “usar las reservas de alimentos del país para convertir a Alemania en un imperio mundial autárquico”, como lo es también que el presidente ruso se empeña en negar hoy a los ucranianos “conciencia histórica” o “nacionalidad propia”.

Vladimir Putin, escribe el profesor de Yale, “inició esta guerra en nombre de un pasado mítico, con referencias al siglo X (…) o al XVIII (Pedro el Grande) como disculpas para una agresión en el siglo XXI”, lo cual es también incontestable.

"Es partidario de infligir a Rusia el más duro castigo posible por su invasión y le pronostica 'una derrota humillante'"

decoration

Pero igual que Snyder acusa a Habermas de olvidar en su artículo muchas cosas relacionadas con el pasado de la nación alemana, se olvida el primero deliberadamente de los prolegómenos de esta desgraciada guerra.

Entre ellos, el golpe prooccidental de Kiev, el llamado Euromaidán, al que no fue ajeno el Gobierno de Washington, o la guerra sin cuartel de las fuerzas ucranianas contra las regiones separatistas prorrusas del Donbás, que dejaron 14.000 muertos, muchos de ellos civiles.

Snyder es partidario de infligir a Rusia el más duro castigo posible por su invasión y, frente a los temores de muchos europeos, pronostica que “una derrota humillante para Rusia”, como la que él augura a Putin, “no desembocará en una guerra nuclear”.

¿Cómo lo sabe? Su explicación es que “Rusia cayó derrotada e incluso humillada en la batalla de Kiev, pero no utilizó armas nucleares ni emprendió ninguna escalada”, sino que “al contrario, inició una desescalada”.

El problema es que si, contrariamente a su predicción, una guerra de ese tipo terminase estallando, bien por provocación o accidente, no sobreviviría nadie para decirle que no tenía razón.

Snyder critica a Habermas por haber contribuido con su artículo a “que parte de la opinión pública alemana se incline por la idea de que Ucrania no puede ganar la guerra y, por tanto, a que se retrase la entrega de las armas necesarias”, lo que “ha hecho que sea más probable la derrota de Ucrania”,.

Lo cual, agrega, hace también “más probable el fracaso de Europa”, idea que coincide con lo que siempre ha defendido en sus bien preparadas arengas a los parlamentos de Occidente el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

Según el historiador de Yale, “la integración europea ha permitido a los alemanes olvidar el aspecto colonial de su guerra (la de Hitler)” y al mismo tiempo a los europeos occidentales “olvidar sus guerras coloniales de los años cincuenta, sesenta y setenta”.

Empeñado en dar una lección a Rusia en suelo europeo –EE UU queda muy lejos–, Snyder acusa a los europeos de “pasar por alto una lección innegable de la guerra ruso-ucraniana: que para que un imperio deje de serlo, tiene que perder una guerra colonial”.

El fracaso de las múltiples guerras lideradas por EE UU –Irak, Libia, Siria, Afganistán, entre otras– no parece, sin embargo, contar para él. Su única fijación es Rusia.

Compartir el artículo

stats