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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Una caña, un voto

Una popular marca gallega de cerveza invita a sus consumidores a sumarse a la Resistencia, pero en Austria han ido más lejos. Allá por Viena los votantes pueden embotellar en la urna la papeleta del Partido de la Cerveza (“Bierpartei”, en alemán), al que las encuestas predicen un 14 por ciento de votos en las elecciones presidenciales del próximo octubre. Ya quisieran algunos gozar de tales pronósticos en España.

Se queja, con razón, su líder Marco Pogo de que la prensa no tome en serio a la candidatura cervecera. Pogo, que en realidad se llama Dominik Wlazny y abandonó su profesión de médico para dedicarse al rock y a la política, alega que “nadie le pregunta a la ultraderecha si habla en broma” cuando dice lo que dice.

Motivos no le faltan para pensarlo si se tiene en cuenta que los ultras austriacos se denominan a sí mismos “Partido de la Libertad”, aunque su fundador hace casi medio siglo fuese un antiguo miembro de las SS.

Por el contrario, el Bierpartei es una fuerza democrática que defiende la libertad de opinión, particularmente para elegir la variedad de cerveza más del gusto de cada individuo. Nadie debería ser discriminado por su raza, su religión, su origen o sus preferencias por el corto, la caña o el bock.

En esa misma línea liberal y hasta libertaria, el Partido de la Cerveza propone abolir los horarios de cierre que limitan la actividad de bares y restaurantes. Pretende suprimir, igualmente, los impuestos sobre las bebidas y compensarlos con un tributo del 50 por ciento que se impondría a la cerveza mezclada con gaseosa “y otras atrocidades”. Claramente, no están a favor de ese mestizaje de líquidos que aquí llamamos “clara”.

Tampoco le faltan al partido rasgos socialdemócratas tales que su propuesta de que el Estado proporcione ayuda a aquellas personas “con menos talento para beber” a las que, equivocadamente, pudiera no gustarles la cerveza. De este apartado forma parte la medida de sustituir una de las fuentes más grandes de Viena –la Hochstrahlbrunnen– por otra que dispensaría birra gratis a los ciudadanos.

La del Bierpartei no es una novedad, en sentido estricto. Ya existió en los años noventa del pasado siglo un Partido Polaco de los Amigos de la Cerveza que llegó a obtener 16 escaños en el Parlamento de Varsovia.

Su propósito era sustituir el consumo de vodka por el de cerveza, con la saludable meta de combatir el alcoholismo. Infelizmente, no tardó en escindirse en dos facciones –la de la Cerveza Grande y la de la Cerveza Pequeña–, lo que le restó fuerza electoral. Hasta que, finalmente, se extinguió.

El de Viena es, en todo caso, un partido alegre cuyos dirigentes confiesan no recordar con exactitud los detalles del día de su fundación en una asamblea lógicamente regada de cerveza, allá por el año 2015. Todos soñaban, eso sí, con un mundo en el que la caña –o la jarra– reuniese a todos pacíficamente alrededor de la mesa común del bar.

Esa aspiración programática se resume en su lema: “Vive y deja vivir” que cualquier demócrata –incluso abstemio– asumirá sin dificultades. Aun así, sus resultados electorales han sido más bien módicos hasta ahora.

No faltará quien piense que hay que estar muy borracho para votar a un partido de estas características. Quizá sea así. Pero ¿alguien se ha parado a leer o escuchar lo que dicen por aquí los partidos que no abogan por la bebida? Mejor que no lo hagan.

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