Opinión

Galicia se calienta para el turismo

Suben en estos días a niveles saharianos las temperaturas en Galicia, lo que es tanta maravilla como la lluvia en Sevilla. País de tendencias famosamente moderadas, este reino de Breogán solo es extremo por su situación en los confines occidentales de Europa; pero en modo alguno por los excesos de calor o de frío. Si el verano continúa así, va a ser verdad que el cambio climático está llegando incluso antes de lo previsto.

Galicia es tierra de clima más bien templado donde el verano solía caer en jueves o en viernes hasta no hace mucho. El resto del año llovía con parsimonia o con intensidad; y ni siquiera los incendios forestales –tan típicos como las centollas– alcanzaban para subir más allá de uno o dos grados la temperatura ambiente.

Las borrascas ganaban por goleada al anticiclón de los Azores, de tal modo que la temporada de otoño/invierno comenzaba por aquí en la segunda quincena de agosto. Después de la Peregrina, el invierno se viene encima, sostenían los refranes populares a propósito del final de las fiestas de Pontevedra. Y así ocurría, en efecto.

Todo eso se está viniendo abajo con el calentamiento global de la atmósfera. Como sitio distinto que sin duda somos –para bien y para mal– los gallegos creíamos disfrutar de una atmósfera propia, pero va a ser que no. A tanto no llega nuestro independentismo climático.

Bien es verdad que hemos esquivado la primera ola de calor de este verano, mientras el resto de la Península se asaba bajo soles de fuego. La segunda, sin embargo, nos va a pillar de lleno. Temperaturas de más de treinta grados –que son la idea gallega del infierno– pasarán a ser habituales y, lo que es peor, constantes, en este inusual arranque del estío. O, al menos, eso anuncian los brujos de las isobaras e isotermas.

La razón bien pudiera residir en que el anticiclón de las Azores, promesa de buen tiempo, está engordando más allá de sus límites habituales.

"Malo será que entre el cambio climático y el del anticiclón de las Azores no se convierta este esquinado reino del noroeste en la potencia turística que en su día soñó Don Manuel I"

El famoso anticiclón, que al retraerse solía provocar, entre otras, las no menos famosas lluvias de Galicia, se está expandiendo “a un nivel sin precedentes en los últimos 1.200 años”, según un estudio del Instituto Oceanográfico de Woods Hale, en Estados Unidos. Si a esas mudanzas en el comportamiento de nuestro amigo de las Azores se le suman los efectos del cambio climático propiamente dicho, fácil será entender lo caliente que se está poniendo la otrora húmeda y lluviosa Galicia.

Lejos de afligirse por la pérdida de su clima diferencial, los gallegos debieran ver el lado positivo del asunto. Nótese que las autoridades del reino habían recurrido ya a la invención del Xacobeo para atraer a los viajeros que, aun así, llegan a Galicia en mucha menor proporción que al sur y al Levante, costas beneficiadas por el sol.

Si se confirmase el cambio de paradigma en materia de clima, el de Galicia sería por fin un verano azul y lo bastante soleado como para llenar las playas de turistas y los hoteles de huéspedes. Tan solo falta por saber si la crecida de temperaturas afectará también a las gélidas aguas del Atlántico; pero todo es cuestión de esperar a ver qué pasa.

Malo será que entre el cambio climático y el del anticiclón de las Azores no se convierta este esquinado reino del noroeste en la potencia turística que en su día soñó Don Manuel I, antiguo ministro del ramo. Milagros mayores que el de una Galicia de sol y playa ha obrado ya el Apóstol.

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