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Luis Carlos de la Peña

Gómez Pin: España afirmativa

El franquismo se apropió de tal modo del país, de las instituciones, de lo que se podía y no se podía hacer, de lo que se podía y no se podía pensar; anegó –en simbiótica colaboración con la Iglesia católica– hasta tal punto las conciencias, que las personas nacidas en los inmediatos años de la posguerra, los más duros de la represión y del perfeccionamiento de la dictadura, sienten aún hoy la necesidad de entender lo que pasó, de explicarse y advertir de sus efectos en el presente. Sobre esta necesidad engarza una serie de reflexiones Víctor Gómez Pin (1944) en su libro La España que tanto quisimos (Arpa, 2022) y que FARO DE VIGO ha reseñado en días pasados.

“Las páginas de este libro están animadas por la nostalgia de una idea de país”, escribe el catedrático emérito de Filosofía. Nostalgia del tiempo de la República, identificado como un afloramiento excepcional de los valores de la Ilustración, pero no exento de los errores y horrores del duelo a garrotazos de Goya. Una edad de plata en la poesía (Lorca, Alberti, Cernuda, Miguel Hernández), la pintura, la ciencia y hasta la política (Juan Negrín) hecha añicos por la Guerra Civil. Una idea también reconstructora a partir de los pedazos rotos y dispersos en el exilio, junto con la lenta y difícil reconstrucción de la sociedad civil en el interior, hasta crear una nueva conciencia cívica que sólo se materializará tras la muerte del dictador.

El reconocimiento institucional de las comunidades históricas (Euskadi, Cataluña, Galicia) es el punto de partida de una realidad compleja negada en los cuarenta años anteriores. El euskera, el catalán y el gallego –en la parte más polémica del libro–, se convierten en símbolos de una identidad no solo recuperada sino estructurantes de la futura pervivencia común en la diversidad. No todos ni siempre compartirán esta visión ni sus ritmos de aplicación. Gómez Pin echa mano de Rosalía, de Aresti, de Maragall, de Azorín, de Camus, Simone Weil o Delibes para unir las riberas separadas por las décadas ominosas; para dar continuidad a la tradición.

En el libro hay mucho más: la Inquisición española revisada en relación con la intolerancia calvinista y el caso de Miguel Servet o la ortodoxia judía en Países Bajos con Spinoza; la expulsión de judíos y moriscos de la península; lo indeseable de aplicar los valores éticos actuales a la colonización; la valorización de Ortega y Gasset o la defensa de la tauromaquia, un arte apreciado por el filósofo y materia de reapropiación de tradiciones, tarea a la que en buena medida este libro está dedicado.

La España que tanto quisimos es una estimulante y polémica recopilación de ensayos sobre asuntos que han preocupado a Gómez Pin, una alborotada y a ratos también alborozada exposición que junto a variadas amargas conclusiones no abandona la esperanza de un “pacto por una España afirmativa que diera razones para querer vivir en ella”, enunciado de reminiscencias orteguianas en el centenario de España invertebrada.

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