El informe sobre edadismo de la ONU, coordinado por la investigadora gallega Vânia de la Fuente, ha revelado que una de cada dos personas es edadista con los mayores, pero no sólo eso, sino que en Europa hay más edadismo contra los jóvenes que hacia los mayores. A través de este estudio detectamos que el edadismo es algo transversal pero no somos demasiado conscientes de ello.

De hecho, en el libro de estilo de muchos medios de comunicación, por suerte no en todos, este “ismo” no aparece contemplado como sí sucede con el sexismo o el racismo. Es decir, en ese manual de referencia periodística de carácter estilístico y corporativo no se contemplan protocolos sobre el tratamiento a dispensar al colectivo mayor, de modo que, al obviar unas consideraciones básicas que permitan identificar los usos textuales y gráficos en torno a la representación de la vejez, se deja todo a la libre disposición y sensibilidad de la persona que le toca redactar cualquier información relacionada con este colectivo. Esto lleva a que, en muchas ocasiones, incluso de forma inconsciente, las informaciones aparecen cargadas de estigmas que representan a los mayores como un grupo homogéneo al que se les asocia con un montón de prejuicios sin tener en cuenta las diferencias actitudinales, biológicas y cognitivas de cada individuo, asociando así al colectivo mayor, con un grupo que presenta dificultades para la intervención social y personal en plenitud, como cualquier otro ciudadano, o ubicándolo en escenarios asociados con la inacción y con el consumo de recursos.

Podemos ver casos en los que una noticia sobre mayores aparece ilustrada gráficamente con una foto que muestra tópicos tales como individuos delante de una valla asistiendo como espectadores de una obra civil, personas que presentan deficiencias de movilidad, los típicos primeros planos de manos arrugadas etc. Al representar de este modo al colectivo mayor desde un medio de comunicación se traslada a la sociedad una imagen generalizada, sesgada y negativa sin tener en cuenta su diversidad. A no ser que el tema trate de algo concreto y específico relacionado con la dependencia física o cognitiva, ¿qué necesidad hay de utilizar recursos que representan sólo a una pequeña parte de la población provecta y por lo tanto trasladar a la sociedad una idea estigmatizada sobre lo que significa ser mayor, asociada únicamente a la fragilidad y no a otros elementos positivos de esa etapa vital? Es como si cuando habláramos de los jóvenes en general se representaran haciendo botellón u otra actividad que los estigmatice. Seguro que muchos no se reconocerían en ese contexto. Pues lo mismo sucede con los mayores. Pero si la comunicación gráfica a veces lleva implícita esta connotación negativa de la vejez, la redaccional no lo es menos y vemos cómo a partir del estatus sexagenario, la edad suele aparecer reseñada cuando hay una incidencia vial o incluso, como vimos durante la COVID, justificando los fallecimientos por la cronología de los individuos junto a la coletilla institucional: “con patologías previas”.

El informe sobre el edadismo de la ONU no sólo hace un análisis pormenorizado sobre las cuestiones que originan conductas etarias discriminatorias, si no que propone además el modo de atajarlas incidiendo en tres ámbitos de actuación: políticas/legislación, educación/formación y relaciones intergeneracionales. El desarrollo de estos pilares es fundamental para lograr conformar una conciencia colectiva capaz de identificar el problema y ser conscientes de su existencia con el fin de actuar desde las esferas política, social e individual, para atajar cualquier estigma etario sobre uno de los mayores éxitos contemporáneos de la humanidad como es la longevidad de los individuos.