Un fenómeno como la sumisión química utilizada como instrumento para llegar a la agresión sexual ha estado envuelto de dudas, prejuicios culpabilizadores, leyendas urbanas y falta de información. La escasez de datos sobre la violencia sexual en el campo específico del ocio nocturno y la dificultad de detectar en un análisis la presencia al cabo de unas horas de sustancias como la denominada burundanga aún complica más esclarecer la dimensión del fenómeno, como si no fuese suficiente la dificultad que supone el alto porcentaje de mujeres que, afortunadamente cada vez menos, no denuncian a sus agresores por miedo o por efecto de la presión social.

Los datos existentes apuntan a que un tercio de las violaciones se producen bajo los efectos de la sumisión química, según las muestras analizadas por el Instituto Nacional de Toxicología en los últimos años. Con arreglo a esos datos, los forenses tuvieron conocimiento el pasado año de 3.000 agresiones y en 994 se realizaron análisis dado que la víctima presentaba confusión o inconsciencia. El resultado sobre la presencia de alcohol, drogas o fármacos sedantes o ansiolíticos fue positivo en el 72% de los casos analizados. Sin embargo, esas cifras son solo la “punta del iceberg”, como admiten las autoridades. Porque el porcentaje real es, sin duda, mucho mayor dado que muchas víctimas no denuncian y ni siquiera acuden a su centro sanitario.

La percepción policial, basada únicamente en el testimonio de las agredidas y sin constancia toxicológica, también subraya que estos ataques no dejan de aumentar. En el ocio nocturno este tipo de violencia sexual está cada vez más extendida, también en Galicia, por lo que se hace necesario y apremiante intensificar los planes para combatirla desde todos los frentes posibles. Más aún durante este verano pospandémico, que deja atrás las restricciones del ocio nocturno. El pasado diciembre, el Complexo Hospitalario Universitario de Ourense ponía en marcha el primer protocolo de sumisión química de Galicia, ante la llegada al servicio de Urgencias de casos sospechosos. El objetivo del mismo, que también se aplicará en las demás áreas sanitarias gallegas, es detectar el uso de sustancias como burundanga, ketamina o escopolamina, para doblegar la voluntad de una persona. La premura en acudir al hospital es fundamental para conseguir resultados positivos en caso de sumisión química, puesto que la huella de este tipo de drogas desaparece rápido del organismo.

"Sobran los discursos que culpabilizan: en un abuso sexual valiéndose de la influencia de drogas o alcohol solo hay un responsable y una víctima"

Los discursos más retrógrados, que se han expresado de forma cada vez más impúdica no solo en las redes sino incluso en sede parlamentaria, dejan flotar una sombra de culpa sobre las mujeres que han visto violentada su libertad sexual en tales condiciones, o de duda sobre sus testimonios, especialmente cuando se trata de asegurar que se ha utilizado alguna sustancia química para limitar su capacidad de reacción. Los mismos que se han mofado del lema “sola y borracha quiero llegar a casa” esgrimido por la ministra de Igualdad, Irene Montero, son los que han votado en contra de la nueva ley de protección integral contra la violencia sexual, que cuando entre en vigor recogerá finalmente la reivindicación de que la sumisión química se considere un agravante suficiente para establecer que lo que hasta ahora podían ser tipificados como abusos, por no haber existido uso de violencia, pasen a la categoría de agresión sexual.

No basta en este sentido con la promoción de medidas de autoprotección, como por ejemplo la oferta, por parte de algunas discotecas de zonas del país que han decidido implantar una serie de criterios de protección de la libertad sexual de sus clientes, de vasos con tapas para evitar la introducción de sustancias sedantes. De nuevo, el foco se pone en la vigilancia por parte de la víctima, cuando debe estar situado sobre la figura del agresor. Tampoco importa si la sospecha de que se ha utilizado subrepticiamente una droga es infundada y la víctima estaba solo bajo los efectos del alcohol: tan agresor es quien se aprovecha del estado etílico de otra persona, quien la anima a llegar a él o quien le suministra otro tipo de sustancia, y tan víctima es ella en un caso como en otro.

Porque, como se recordó en unas recientes jornadas sobre este tipo de agresiones, el alcohol sigue siendo el principal instrumento de las violaciones con sumisión química. Y no importan las condiciones, solo un sí, y pronunciado por alguien en condiciones de mantener su capacidad de decisión autónoma, es un sí. Sin que importen cualquier otro tipo de factores: ninguno puede relativizar la violencia que supone una agresión sexual.