Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Siempre he sido fiel al sabor de Nocilla hasta que hace años descubrí Nutella y cambié. Con todo, tras una década he decidido volver a mis orígenes ochenteros. Lo más triste es que no es por el contenido, el marcado sabor a avellanas me sigue pareciendo más logrado, sino por el continente. Los vasos de Nutella que invariablemente acaban formando parte de la vajilla familiar se vuelcan con muchísima facilidad. Raro es el día que no acaba el mantel empapado tras el vertido involuntario del vidrio. Así que: bye, bye! …o eso pensaba, porque el alboroto en casa ha sido mayúsculo. Traidor, quintacolumnista de la Nocilla o tradicionalista de las cremas de cacao fue lo más bonito que escuché. Tiempo después, en otro tono menos beligerante, consensuamos mantener la Nutella a cambio de hacernos más responsables: a quien se le caiga que lo limpie.

Esta crisis familiar que tiene más de tontería que otra cosa me hizo recordar la pataleta que tienen los nostálgicos de los combustibles fósiles estos días. Esos ilustres fans del fuelóleo que ven en las centrales térmicas la solución a todos los problemas son un peligro.

“Los ilustres fans del fuelóleo que ven en las centrales térmicas la solución a todos los problemas son un peligro”

decoration

Es como si ahora el carbón fuera una especie de piedra filosofal que convenientemente mezclada y purificada lograse resolver todos los problemas que acosan al recibo de la luz. Dicen estos que debemos reabrir las centrales clausuradas porque “total por expulsar unos cuantos millones de toneladas más”, tampoco se va a agudizar el problema del calentamiento y –en cambio– el precio de la luz se reduciría considerablemente.

Ellos dirán eso, los expertos creen que será justo lo contrario si seguimos atiborrando la atmósfera con más gases causantes del efecto invernadero. Además por este camino se podría acabar justificando cualquier barbaridad en aras de una electricidad más asequible. Hoy es la guerra en Ucrania y mañana será una invasión extraterrestre. Es la lógica del adicto: ¡dadme más carbón! Como petrohólicos que somos acabamos por culpar al resto del “cuelgue” que tenemos por la energía barata. Y ese es el otro error. Generar electricidad quemando combustibles fósiles es carísimo por el coste medioambiental del CO2 expulsado. Aunque este CO2 apenas se haga valer en el precio final. Es una externalidad económica pero que a nadie se le pasa la factura. La solución no debe ser volver al petróleo, sino apelar a nuestra responsabilidad individual en el consumo. Alterar nuestros hábitos y poner en práctica aquella frase de los sesenta, versión crisis climática: ahorre energía, aunque usted pueda pagarla, el planeta no puede.

Compartir el artículo

stats