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Luis Carlos de la Peña

OTAN necesaria

La cumbre de la OTAN en Madrid es una magnífica oportunidad para continuar hablando de nuestras cosas. El Este, China, el Ártico, el espacio y el ciberespacio, son cuestiones que nos aburren, materias lejanas y complejas que no afectan las pasiones patrias. Lo nuestro siguen siendo las querellas internas, las guerras de familia y, en su defecto, la vulgarización del evento. Convertimos la cumbre de la Alianza Atlántica en una pasarela de celebridades, cronometrajes de acercamientos y gestos y un agotador travelling entre los hosteleros de la plaza Mayor madrileña, los vecinos afectados por los cortes de calles y un sinfín de cuestiones marginales.

En España, lo local se impone sobre lo global. Si la OTAN quiere hablar de la seguridad en los países fronterizos con Rusia, nosotros preferimos hacerlo del flanco sur, con la mirada puesta en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, siempre amenazadas por Marruecos por muchas inexplicadas cesiones que se le hagan. Si lo que se impone es desplegar con carácter permanente un ejército de 300.000 militares de la Alianza Atlántica entre Finlandia y el mar Negro, nosotros centramos la disputa doméstica sobre las bases americanas en la península, pieza integrada en aquella estrategia de defensa.

"Si la izquierda ve en Putin un heredero directo de Stalin, líder del proletariado internacional y ariete contra los fascismos, los de Abascal lo identifican con un sólido apóstol nacionalista y conservador esencial"

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En nuestro país siguen vigentes algunos estereotipos bien arraigados. El primero, una irresponsable dejadez en asuntos de Defensa; el segundo, un antiamericanismo transversal que se diría datado en el falaz hundimiento del Maine y la pérdida de Cuba, más tarde entreverado con la fascinación de cierta izquierda –ahora también de la extrema derecha– por Rusia. Si la izquierda ve en Putin un heredero directo de Stalin, líder del proletariado internacional y ariete contra los fascismos, los de Abascal lo identifican con un sólido apóstol nacionalista y conservador esencial.

En contraposición a toda esta zarzuela, escuchar estos días a Javier Solana, ministro socialista con González y más tarde secretario general de la OTAN, es un bálsamo para la razón. De sus palabras se desprende una lógica sutil capaz de ensamblar las piezas rotas y dispersas para hacer del mundo un ámbito comprensible, donde aún es posible identificar a los buenos y a los malos, y las razones que justifican esa división moral. Con todas sus carencias y errores, si la OTAN no existiera habría que crearla. Eso sí, bien amarrada a la tradición democrática y abierta de las sociedades que la forman.

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