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Joaquín Rábago.

¿Hemos normalizado los crímenes de Israel?

Leíamos el otro día en un diario la noticia de que los servicios secretos turcos y de Israel habían desarticulado una red que quería atentar contra turistas de ese último país.

Por supuesto que acciones terroristas de ese tipo son condenables sin paliativos, pero la información añadía algo más, que no aparecía, sin embargo, en los titulares.

Varios iraníes “han muerto o han sido asesinados en Irán en extrañas circunstancias en los dos últimos meses en lo que se sospecha que son operaciones del Mosad israelí”, escribía el corresponsal del periódico en Estambul.

Es decir mientras que las acciones felizmente frustradas de Teherán son puro “terrorismo”, de lo cual no puede caber duda, lo que al parecer las motivó –el previo asesinato de científicos y otros ciudadanos iraníes– se califica de simples “operaciones” de los servicios secretos de Israel “dentro de la guerra encubierta que mantienen ambos países”.

Por si fuera poco, según medios turcos, el Mosad se llevó a Israel a los sospechosos de preparar esos atentados contra sus ciudadanos, uno no sabe bien, porque no se aclaraba esa circunstancia, si con el consentimiento o no de la justicia turca.

Claro que estamos hablando de un país como Turquía, miembro de la OTAN, que se precia de ser un club de países democráticos, pero cuyo Gobierno, el de Ankara, al decir de Amnistía Internacional y otras organizaciones, viola sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos.

"El Estado judío no sólo secuestra o asesina extrajudicialmente a ciudadanos de un país enemigo, sino que también viola los derechos humanos"

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La noticia que comento es un ejemplo más de cómo parece que estamos normalizando poco a poco el comportamiento tanto de Turquía como sobre todo del Estado judío, que no sólo secuestra o asesina extrajudicialmente a ciudadanos de un país enemigo, sino que también viola los derechos humanos, en su caso, los de los ciudadanos árabes del propio Israel y de los territorios ilegalmente ocupados.

Encontramos estos días en las plazas públicas y aun balcones particulares de muchas ciudades europeas la bandera azul y amarilla de Ucrania, símbolo de solidaridad con el país invadido.

Pero ¿no merecen la misma empatía otros pueblos agredidos como el palestino, el saharaui, el iraquí o tantos otros? ¿O depende todo del color de la piel o de que sean o no aliados de Occidente?

El Estado judío ha cometido no sólo reiteradas violaciones de los derechos humanos, según la propia ONU, sino también crímenes de guerra, pero no escucharemos nunca a ningún dirigente occidental pedir que se lleve a los responsables de esos crímenes ante la Corte Penal Internacional.

Es una doble vara de medir que solivianta al mundo árabe y musulmán en general, o al menos a sus pueblos, que no a sus corruptos dirigentes, que, bajo presiones de Washington, están también poco a poco normalizando sus relaciones con Israel.

Es lo que ocurre últimamente con la Turquía del presidente Recep Tayyip Erdogan, que ha acordado restablecer sus relaciones diplomáticas con el Estado judío a nivel de embajadores, que habían quedado interrumpidas a raíz de la sangrienta represión israelí de las protestas en Gaza de 2018.

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