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La preocupante escasez de los metales

Es histórico el compromiso que han alcanzado muchos países en el Acuerdo de París de 2015. Se pretende conseguir la neutralidad climática, promoviendo una economía de transición con energías más limpias, bajas en emisiones de carbono, lo que significa dejar de propagar el nefasto dióxido y metano a la atmósfera. Para lograr estos fines es imperioso cumplir dos premisas clave: generar y almacenar la energía extraída de fuentes renovables (por ejemplo, paneles solares o aerogeneradores) y eliminar los motores de combustión de los medios de transporte, dotándolos de baterías. El propósito de descarbonización precisa ingentes cantidades de minerales, con singulares propiedades químicas y físicas imprescindibles en la carrera de potenciar las metodologías de última generación, como parece apostar el Gobierno de España, al destinar 12.000 millones de euros para convertirse en una potencia en la fabricación de microchips.

Es sabido que la invasión de Ucrania por Putin trasciende aquel entorno geográfico y trastoca el plan de las economías mundiales en multitud de campos: petróleo, gas, cereales, madera, productos alimentarios y, de forma muy notable, los metales necesarios para desarrollar tecnologías avanzadas. En realidad, además de la mencionada conflagración bélica, han sido otros factores los que desencadenaron la tormenta perfecta para poner en evidencia la escasez de materiales y su elevado precio, verbigracia aspectos climáticos derivados del calentamiento global y los inicuos efectos de la pandemia del COVID-19. Es evidente que vivimos en una etapa de gran fragilidad por la inexplicable decisión de un mandatario insaciable.

En concreto, la dependencia de la Unión Europea (UE) en materias primas geológicas que no existen en su territorio –o que se niega a explotar por un falso temor a dañar el medio ambiente– supone un grave embrollo con dudosa solución ya que de manera indefectible tiene que adquirirlas y con enormes costes.

Se necesitan con urgencia los siguientes metales: aluminio, cobre, litio, níquel, zinc, cobalto, tierras raras o el semimetal silicio, entre otros varios. El problema se agrava dado que países no pertenecientes a nuestro entorno manejan a su libre albedrío los mercados. Así, Rusia es uno de los mayores proveedores mundiales de algunos: níquel, cobre, aluminio, cobalto… y la República Popular China controla el comercio de las tierras raras y consolida su sólida posición sobre otros recursos indispensables.

Para más inri la Unión Europea tiene un monumental déficit de combustibles fósiles con algunas naciones enormemente subordinadas a la exportación rusa (14 de ellas superan el 50% del negocio), transacciones mercantiles que están en entredicho, pues se espera cesen más pronto que tarde debido a la feroz agresión ucraniana.

Vamos a matizar algunos aspectos sobre la angosta ligazón europea a la minería soviética. La empresa Nornickel, ubicada en el norte de Rusia, es la mayor aportadora mundial de níquel y paladio con un papel muy significativo también en el platino.

Asimismo, la Federación Rusa es hegemónica, junto con China, en el aluminio a través de la Compañía Unificada Rusal, importante entidad que lidera la extracción de este elemento metálico en el mundo y algo similar acontece con la alúmina. Igualmente, Rusia es el segundo productor de cobalto, aunque bastante por detrás de la República Democrática del Congo (cuyas minas están intervenidas por China).

Un informe publicado recientemente por la Corporación Bank of America –segunda mayor institución financiera de EE UU– pormenoriza los recursos naturales que van a escasear en un futuro próximo, destacando, entre otros: agua, litio, fósforo (este para su uso en la agricultura) o las tierras raras. En concreto, pronostica que para el año 2050 la demanda de minerales aumentará en un 600%, señalando de modo especial el caso del metal alcalino (su precio se ha encarecido muchísimo en los mercados internacionales), por tanto, se acrecentará la presión sobre los sugestivos salares de los altiplanos de América del Sur. Tampoco hay que olvidar el coltán (un mineral compuesto, rico en los elementos niobio y tántalo), obligado para fabricar circuitos integrados, material que de igual forma se encuentra bajo el dominio oriental.

La reflexión final no puede ser más axiomática. Las naciones occidentales dependen en grado máximo de otros países, con los que mantienen una relación tirante, para disponer de las materias inorgánicas ineludibles en la fabricación de los dispositivos electrónicos que precisa la revolución digital para la generación de energías no contaminantes.

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