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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El órdago

El alcalde de Vigo, uno de esos políticos que a nadie deja indiferente –estimado por muchos y denostado por otros tantos como mínimo: los primeros son los vigueses y además los que le conocen de cerca; los segundos, probablemente repartidos por el resto de Galicia– acaba de poner otra pica en el Flandes de las infraestructuras. O, para ser más exactos, en la reclamación, tan antigua como el proyecto del AVE, que el suroeste tiene pendiente: la “L” que era el itinerario más lógico pero que no se logró. Y lo hace, don Abel, con un doble órdago el Ministerio de Transportes: “exige” una obra prometida y reivindica que se haga de forma subterránea, enlazando Vigo con Porriño.

Cualquiera que resida en esa zona firmaría: ocurre que el momento no parece idóneo para los mega/proyectos, a pesar del maná de los fondos postCOVID y porque los otros se necesitarán para fines ya programados. Pero el alcalde vigués es hábil para formular sus pretensiones de forma que compensen las dimensiones económicas con las ventajas políticas. Sabe perfectamente que el momento del PSOE en toda España, y en Galicia, sufre dos factores de desgaste: el “efecto Feijóo”, que hace a la oposición más razonable y por tanto deja en una evidencia lacerante al presidente del Gobierno y su equipo y, a la vez, otro “efecto”: el de un Sánchez, que pierde crédito a diario.

Los dos –vistos desde la opinión de quien lo escribe– son negativos para el socialismo, incluido el gallego por su –hasta hace poco– desinterés ante la desgana de Moncloa por atender las necesidades de esta Reino. Y aunque los heraldos oficiales se empeñen en asegurar lo contrario, el descrédito va en aumento; encuestas dixerunt, por más que se dude de los sondeos. Así, en este marco, el señor Caballero es consciente de que. más allá del municipio que gobierna –y también en él, por si acaso– el PSOE necesita un impulso en Galicia que lo lleve no solo más cerca del PP, que es una tarea complicada, sino al menos a la altura del Bloque. En términos de futuro autonómico, por supuesto.

Conviene tener en cuenta que el nacionalismo es ahora el rival directo a batir para cualquier otra fuerza política que persiga la gobernanza de la Xunta. Y una gran obra como la que “exige” el también presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias sería un golpe de efecto, sino decisivo, desde luego fundamental para que los socialistas cumplan el principio de Arquímedes y floten en vez de hundirse. Pero hay más ambiciones en el órdago del señor Caballero, además de los obvios. El primero, dado que la obra acercaría mucho el suroeste de Galicia al resto del mundo, sería obtener el respaldo de su “bestia negra”, la Xunta, inexcusable por razón político/ electoral.

Item más: tampoco puede negarse el apoyo de un Gobierno central en cuya oratoria casi nadie cree a estas alturas y por lo tanto necesitará papeliños, debidamente documentados y respaldados con cifras, plazos y firmas debidamente documentadas. O sea, un seguro de cumplimiento, necesario en cualquier trato con Moncloa. Sea como fuere, y aunque no faltarán quienes califiquen de boutade la propuesta de don Abel, desde el punto de vista personal de quien lo expone, es un órdago audaz, sobre todo si se tiene en cuenta que las municipales están a la vuelta de la esquina, y en ellas el PSOE se juega algo más que su actual predominio: casi la supervivencia como elemento clave para el equilibrio de Galicia si es que pierde la fuerza local y provincial que hoy tiene. Además, y por lo dicho, la iniciativa de don Abel es mucho más que una mirada cercana: es un servicio a Galicia entera, aunque no tardarán en dar señales de vida quienes lo acusan –y no siempre sin razón– de “localista”. Pero este país necesita, y mucho, la imaginación en su política.

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