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Joaquín Rábago.

La seguridad alimentaria de muchos países, víctima colateral de la guerra

La seguridad alimentaria de muchos países pobres será sin duda una de las víctimas colaterales de la guerra de Ucrania y de las durísimas sanciones económicas de Occidente contra el país agresor. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ha documentado por su parte precios récord en todo el mundo de los cereales, los lácteos, la carne, el azúcar y los aceites vegetales, entre otros productos.

Rusia y Ucrania representan entre las dos casi una cuarta parte de las exportaciones mundiales de trigo y el embargo occidental contra el Kremlin y el bloqueo ruso de Ucrania han creado una situación que no se veía desde hace mucho tiempo.

Hay actualmente millones de toneladas de cereales bloqueadas en los puertos del país atacado, a lo que se suma una escasez de fertilizantes, de los que Rusia es el principal exportador mundial.

Egipto, un país de más de 100 millones de habitantes, importa de Ucrania la mitad del trigo que consume y se enfrenta a una importante hambruna.

Por lo pronto negocia un acuerdo con Polonia para el transporte del trigo ucraniano hasta algún puerto de ese país desde donde se llevaría luego en barco hasta Egipto.

Otro país árabe, el Líbano importa también la mayor parte del trigo de Ucrania y Somalia compra en Ucrania y Rusia más del 90 por ciento. Casi todo el que necesita Eritrea para su alimentación llega de esos dos países en guerra mientras que en el caso de Turquía, se trata de un 85 por ciento del total.

Y todos recordamos seguramente las revueltas populares que estallaron en algunos países árabes por las subidas del precio del pan, un alimento básico para sus poblaciones.

Conviene precisar, sin embargo, que Ucrania no es de lejos el gran granero que pintan algunos, el gran productor de trigo del que muchos medios hablan, sino que ocupa el séptimo lugar mundial.

El primer país por producción es China, con 134 millones de toneladas, seguido de la India, 107 millones y Rusia, 86 millones. La producción de EE UU es de unos 50 millones y las de su vecino Canadá, de 35 millones, mientras que Ucrania produce en torno a 25 millones, menos que los 30 millones de Francia.

¿No podrían suplir el grano que no llega últimamente de Ucrania o Rusia a los países más pobres esos grandes productores, que, además de alimentar con el trigo a sus poblaciones, vendían fuera antes de la guerra al menos una parte de su cosecha? Pero está también el problema de los fertilizantes: muchos países de Europa Oriental, Latinoamérica y Asia se abastecen tradicionalmente de ellos en Rusia, y la guerra ha interrumpido también los suministros.

La inevitable escasez de fertilizantes tendrá, a su vez, un fuerte impacto negativo en la producción agrícola de numerosos países, que se verán obligados a importar alimentos en un momento en que esto será tremendamente difícil. La ONU calcula que, debido a la interrupción de los suministros que provoca, el conflicto militar ruso-ucraniano, cuyo final nadie adivina, puede elevar los precios de los alimentos en todo el mundo en un 22 por ciento como media.

Según el Informe Global sobre la Crisis Alimentaria del año pasado, 193 millones de personas de más de una cincuentena de países sufrieron ya inseguridad alimentaria aguda, 40 millones más que el año anterior.

Y en 2021 no había comenzado aún la guerra de Ucrania, que no ha hecho sino agravar considerablemente la situación en todo el mundo.

Ni siquiera Estados Unidos, al otro lado del Atlántico, se libra de la inflación: allí los precios de la carne han subido un 16 por ciento solo este año, y los de la fruta fresca, más de un 10 por ciento.

Como señala el periodista británico residente en EE UU Sasha Abramsky, esas subidas afectan sobre todo al sector más pobre de la población norteamericana, que gastará en comida cerca del 40 por ciento de sus ingresos brutos.

Y si los aumentos de precios han sido el detonante de tantas revueltas populares en todo el mundo desde la Revolución francesa de 1789, en los países ricos alimentarán sin duda los movimientos populistas como el de Donald Trump y sus epígonos europeos. ¡Hay que parar esa guerra cuanto antes!

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