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Matías Vallés.

AL AZAR

Matías Vallés

Deporte de élite solo para ricos

La final de Roland Garros fue un espectáculo lamentable por la abismal diferencia entre ambos contendientes, con un miles gloriosus de 36 años ganando los once juegos finales consecutivos a un joven atleta de 23. Probablemente es la primera ocasión en la historia de los Grand Slam contemporáneos con una racha decisiva tan sonrojante, donde el aspirante sobrevive apenas un set. Por supuesto, el jugador escandinavo que solo perdurará en la memoria de los fanáticos que insistan en ver tenis después de Nadal, podrá presumir siempre de haberse enfrentado al monstruo en la cumbre de París.

"Tras abonar una fortuna, el mozalbete ya está en condiciones de ser arrasado en la pista por el campeón de turno"

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Y aquí llega el meollo de un artículo que no puede limitarse a repasar un partido (?) decepcionante. Si quieres perder con Nadal en la final de un Grand Slam, sale muy caro. El coste psicológico de la derrota es una broma por comparación con la inversión que han de llevar a cabo los padres de las futuras glorias del tenis. En línea con la desaparición de la meritocracia que ha arruinado el ascensor social en la mayoría de profesiones, la fabricación de un niño campeón obliga a gastar cincuenta mil euros al año. La estimación procede de John McEnroe, que ha creado una Tennis Academy con propósitos altruistas en Nueva York. Por supuesto, la factura estimada no se limita a un ejercicio, sino que se prolonga durante una década de formación. Es decir, medio millón de euros sin un solo ingreso.

Tras abonar una fortuna, el mozalbete ya está en condiciones de ser arrasado en la pista por el campeón de turno, aunque la inmensa mayoría habrán pagado para nada. El dilema se alivia si el padre del adolescente es una vieja gloria con dinero, dos circunstancias que confluyen en la biografía de Casper Ruud y que certifican el entierro de cualquier pretensión meritocrática. En el futuro, será más difícil que un pobre llegue a estrella de un deporte elitista que durante el franquismo. Si a los ricos no les sale bien la apuesta, la hija de Bruce Springsteen es una excelente amazona sin problemas para pagarse los caballos, siempre pueden dedicarse a otra cosa. Salvo que las cuotas por sexo y raza se amplíen con urgencia a la distribución por ingresos.

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