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Contracrónica

Teoría de los tontopollas

El tontopollas no es malo, es más bien alguien inoportuno, bobo o bobón, solemne diciendo obviedades, aturdido, tontivano o incluso locuaz

El presidente del PSOE-A, Manuel Pezzi. EP

Urge una teoría del tontopollismo. Tontopollas. Así, todo junto. Pronunciado como cantando y con delectación y generosa apertura de boca. Tontopollas. El término no tiene connotación sexual (no confundir con pollaboba) y posee ciertas concomitancias en cuanto a significado con majara, chalao, tontolaba, sandío o ignorante.

El tontopollas no es malo, tampoco es un malaje o un malafollá, personaje ya no exclusivo de Granada. Es más bien alguien inoportuno, bobo o bobón, solemne diciendo obviedades, aturdido, tontivano o incluso locuaz sin tener capacidad para ello. Metepatas. De difícil entendimiento.

Ustedes conocerán a más de uno. El veterano dirigente del PSOE andaluz, Manuel Pezzi, ha llamado tontopollas a Feijóo y esto no está bonito. Más que nada no es elegante. Pero no le ha llamado eso por dudar de las bondades del atardecer frente a la Alhambra en relación con los atardeceres de Finisterre. La cosa es que hay que ser muy poco hábil para dar un mitin en el mirador de San Nicolás y ponerse a comparar atardeceres, en lugar de exaltar y alabar el que se está contemplando. Y punto.

Hay que decir viva Cartagena cuando se está en Cartagena, ole Sabadell cuando se está en Sabadell y viva Sanlúcar cuando se está en Sanlúcar. Es de primero de candidato. Pero estar en una ciudad (pidiendo el voto) y entrar en comparaciones con otra no parece muy inteligente. No vamos a seguir explicándolo que vamos aparecer tontopollas (la ese final es dudosa, se emplea incluso en singular y ha de pronunciarse como áspera pero levísima prolongación de la «a» final, muy abierta), dado que una modalidad del tontopollas o tontopolla es contarte lo evidente o explicarte un chiste. Si es que él lo ha cogido.

Hace tiempo escribimos en estas páginas una teoría del papafrita, lo mismo que hay teoría del majarón, hecha libro, gracias a Alfonso Vázquez; falta una teoría del abundio y falta que alguien aclare una disputa filosófico-científica que viene dándose desde hace décadas: el tontopollas o tontopolla nace o se hace. Me inclino por lo segundo, más que nada porque ya va teniendo uno una edad en la que los hijos de los amigos y conocidos van siendo grandecitos y observa como de notorios simplones nacen chavales espabilaos y también como de padres fuera de serie nacen vástagos emparentados con las berzas. La genética es persistente pero a veces doblegable por el ambiente. La política, bueno, como la empresa o el deporte, es terreno propicio para liderazgos tontopollescos, para mediocridades sobrevaloradas pero también para brillantes con pocas habilidades sociales, que están un día en la sede de la empresa en Tokio y dicen que los de Tokio huelen mal o tienen las narices muy grande. Los japoneses dicen muy bien tontopolla porque no lleva erre.

Hay un tontopollismo extendido: la corrección política. Tontopollas hiere por sonoro y por equívoco. Pezzi ha rescatado para toda España un adjetivo conocido pero algo en desuso. No reprobable, como sí lo es gilipollas. Es más suave, menos ofensivo. Agria la campaña, dice un titular. O la alegra, pienso para mis adentros. Si pensara para mis afueras me oiría todo el mundo. Aunque ya todos vamos hablando por la calle con el móvil o el que esté al otro lado del móvil. Como tontopollas que no miran el paisaje, ni los rostros ni la vida. Hay que ser menos tontopollas y más educado y menos comparativo y un calentón lo tiene cualquiera. La próxima vez Pezzi se lo pensará. Tal vez mirando un atardecer.

Sumas y restas

Hay quienes opinan que Sánchez es un plus para el PSOE-A y otros estiman que a Espadas le resta. Preside un Gobierno que podría vender logros, pero en la agenda política lo que más se sitúa son sus relaciones con los nacionalistas. El pasado fin de semana mitineó en Almería. Donde veranea. Volverá. El granero peligra.

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