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Juan Tapia.

Nuestro mundo es el mundo

Juan Tapia

¿Una mala salud de hierro?

Los hombres de Davos se han vuelto a reunir por primera vez desde 2020, antes de la pandemia. Entonces el discurso de apertura fue de Xi Jinping. El clima era optimista porque, superada ya la larga crisis financiera, la robusta economía china era una clara muestra de las ventajas de la globalización para el crecimiento mundial. Y ello pese a las reacciones populistas (Trump).

Esta semana el clima ha sido diferente. Las sesiones las ha abierto el presidente Zelenski que ha sido aplaudido por la resistencia de Ucrania a la invasión de Putin que todo Occidente ha condenado. Pero Ucrania es también la vuelta de Europa a la guerra. Una guerra que puede ser larga ya que a corto no parece que ni Rusia ni Ucrania puedan ganar. Y la guerra está partiendo el mundo y desglobalizando la economía, lo que amenaza el crecimiento y alienta la inflación. China ya no es lo que era y el populismo sigue.

Y, tras una política muy expansiva para superar la crisis de la pandemia, los bancos centrales empiezan a retirar los apoyos a la economía y a subir los tipos de interés. Desde el 24 de febrero, cuando Rusia invadió Ucrania, el mundo ha cambiado y las perspectivas se han ensombrecido. Desaceleración económica y alta inflación son el escenario. En España la economía quizás crezca un 4%, pero aún no hemos recuperado el PIB previo a la pandemia y el IPC está disparado al 8,3%. El empleo crece y el verano irá bien por el retorno del turismo, pero en otoño amenazan tormentas.

“Sánchez y sus socios chocarán, pero no romperán. No habrá moción de confianza y la bruma se impone tras los continuos achaques de la actual mayoría”

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La mayoría de Sánchez de los últimos presupuestos sufre continuos achaques de fragilidad: reforma laboral, Sáhara, medidas económicas de urgencia, Pegasus… En buena lógica ello exigiría una moción de confianza (artículo 112 de la Constitución) que reafirmara la mayoría y la confianza en la estabilidad hasta finales de 2023. La moción de confianza contribuiría, además, a rebajar el irrespirable clima de crispación.

Pero es difícil que Sánchez decida presentarla. Primero porque podría no salir adelante pues los últimos choques –el jueves aparte del pleno de Pegasus, el PSOE y Podemos se dividieron en la ley audiovisual– apuntan a que a la mayoría de los últimos años le ha llegado la anunciada enfermedad Frankenstein (partidos con proyectos muy distintos o antagónicos, unidos solo por el rechazo al PP). La moción de confianza podría ser un suicidio si, contrariamente a lo pretendido, la mayoría se deshiciera y saliera derrotada. Entonces habría que ir obligatoriamente a elecciones anticipadas. Y Sánchez habría acortado 20 meses la legislatura.

Ahora bien, ¿podrá este Gobierno, con esta mayoría cuarteada, adoptar las medidas imprescindibles, por lo general impopulares, si la economía se complica? ¿Puede el Gobierno Sánchez caer víctima de sus contradicciones? Tampoco es seguro. Una alta autoridad europea, de signo conservador, me dice que no cree en una crisis final de la actual mayoría porque tiene “una mala salud de hierro”. Está en crisis casi desde el primer día, pero ninguno de sus componentes tiene interés en liquidarla. Otra cosa es marcar territorio aireando las diferencias. Pero, de eso a romper…

Mi interlocutor apuesta a que Sánchez no puede anticipar elecciones porque no tiene nada seguro repetir sus 120 escaños. Y menos volver a ser investido. Y que tampoco las quiere ningún socio. Podemos porque tiene tendencia a la baja en las encuestas. Y los nacionalistas –desde el PNV a Bildu y desde ERC a los catalanes no alineados con Puigdemont– porque, en último término, prefieren malo conocido a bueno por conocer. Y menos si el bueno fuera el PP embarazado de Vox.

Es un escenario posible. Sánchez y sus socios chocarán a menudo, pero no romperán. El presidente confía en su barakah y en que la economía no se complique demasiado, en especial si –como quieren Francia y Alemania– se alcanza una especie de alto el fuego en Ucrania. Y también cree que, al final, la alternativa PP-Vox provocará más miedos que entusiasmos.

No habrá pues moción de confianza y vamos hacia una espesa bruma política. ¿Hasta cuándo? El 19 de junio se vota en Andalucía, la Comunidad Autónoma más poblada. Y tras analizar resultados y expectativas los dos grandes partidos pueden tener que ir al rincón de pensar.

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