Según el apartado 4 del artículo 68 de la Constitución, el Congreso es elegido por cuatro años, añadiendo que el mandato de los Diputados termina cuatro años después de su elección o el día de la disolución de la Cámara. Si las Cortes Generales actuales siguen funcionando y no hay una disolución anticipada, las elecciones generales habrán de ser convocadas para su celebración en noviembre de 2023.

Ahora bien, si lo que antecede es cierto, no lo es menos que, como ha declarado el nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, no se sabe el tiempo que falta para las elecciones generales, ya que la fecha “dependerá de ERC y de Bildu o “de que Yolanda (Diaz) se lleve bien con Podemos y Podemos con Yolanda”; dependerá, por lo tanto, “de cualquier eventualidad menos de lo que necesite España”, y –añade– “esto, lamentablemente, es la realidad de la política española”. Sea la fecha la que fuere, el PP parece que ya está en la línea de salida y preparado para competir.

Superada la crisis interna con la elección del citado Núñez Feijóo a la presidencia del partido, quien obtenga la confianza del Congreso en la próxima legislatura va a tener que afrontar una crisis económica pavorosa. Pero esto no es algo que ignore el candidato a presidente por el Partido Popular. Él mismo se preguntaba recientemente: “¿Alguna vez me tocará un período en el que no haya crisis?”, aludiendo al papel de apagafuegos que le tocó asumir en Galicia desde que hace 16 años sucedió a Fraga.

Consciente de que puede llegar a ser el próximo presidente del Gobierno, declaró que le gustaría superar las crisis económica, territorial, financiera e institucional en las que estamos sumidos. En cualquier caso, añadió, refiriéndose al PP, “empezamos una nueva etapa”, que vaticinó para su comunidad y para el conjunto del país como “un futuro brillante”.

Hasta ahora el resultado de los primeros cincuenta días de Núñez Feijóo al frente del PP puede considerarse satisfactorio. En lo personal, y como consecuencia del innegable prestigio político que fue adquiriendo durante su dilatada etapa de presidente de Galicia, no se puede negar que su elección fue muy bien acogida en la política nacional. Es cierto que más por los suyos que por la oposición, porque en ésta, además de percibirse signos de nerviosismo, parece que son conscientes de que van a tener enfrente a un líder muy cuajado políticamente y con su credibilidad prácticamente intacta. En el ámbito del partido, lo que circula por los medios de comunicación es que se han ido resolviendo sin tensiones relevantes los congresos territoriales, por lo que en sus filas reina una calma sincera y no impostada.

"Como consecuencia del innegable prestigio político que fue adquiriendo durante su dilatada etapa de presidente de Galicia, no se puede negar que su elección fue muy bien acogida en la política nacional"

¿Significa lo que antecede que el nuevo candidato ya tiene ganadas las elecciones generales? Nada más lejos de la realidad. Afirmar que Alberto Núñez está preparado en la línea de partida y que es un candidato a presidente del Gobierno de primerísimo nivel, no significa que deba olvidarse de que su principal adversario será el actual presidente del Gobierno y que eso supone para éste una ventaja en los primeros metros que Feijóo deberá recortar cuanto antes.

Lo más probable es que se agote la legislatura (todos los implicados forman una comunidad de intereses), lo cual supone que queda más de un año hasta que se celebren. Y no está claro a favor de quién corre el tiempo. El que está en el poder tiene una capacidad de maniobra superior a los candidatos de la oposición. Pero también es cierto que el deterioro de nuestra economía puede llegar a golpear a las clases populares.

Si la contienda electoral tiene lugar, por fin, en noviembre de 2023 que haya un cambio de gobierno dependerá de que sea mayor el deterioro político de la coalición de gobierno que su capacidad de regeneración. Aunque más de uno podrá pensar lo contrario, creo que una buena parte de los electores está al tanto de la acción de gobierno de Sánchez y compañía. Habrá, lógicamente, quienes aprueben su gestión con el mayor de los entusiasmos y habrá otros que lo hagan con tibieza. Y si nos atenemos a lo que anuncian las encuestas no serán pocos los que estén en radical desacuerdo con la política de los actuales gobernantes.

Otro dato que no debe obviarse es la creciente división que se está produciendo en la izquierda que va a afectar a alguna de las formaciones integrantes del actual gobierno de coalición. Hoy por hoy resulta una incógnita el peso electoral que pueda llegar a tener Yolanda Díaz si concurre a las elecciones en una formación que no sea Unidas Podemos. Y otro tanto cabe decir con respecto a esta formación si se presenta sin la ministra ferrolana. Por último, no deben descartarse movimientos de última hora de “ruptura” de la coalición de gobierno para endosarle a los “otros” los resultados negativos de la coalición.

Desde la óptica de la oposición, el PP va a tener a favor el prestigio condensado por Núñez Feijóo a lo largo de sus años de presidente de Galicia. Pero pasa a la política nacional. Lo cual va a suponer una dificultad en sí misma con la que nunca tuvo que contar antes. Para superar esta dificultad tendrá que hacer gala de su acreditada credibilidad y coherencia, y configurar una oferta electoral moderada y con la suficiente flexibilidad (programa económico e ideológico) como para que sea aceptable para una parte importante del electorado que no se siente atraído por la oferta del Sanchismo, o que se ha quedado sin sitio en el panorama electoral o que puede volver a confiar en que el nuevo PP de Feijóo recupere una parte de las señas de identidad históricas. Y en cuanto a Vox, la claridad de su oferta es su mayor seña de identidad y por lo que van anunciando las encuestas contará con una parte representativa del electorado.