Tras la masacre de Uvalde, vuelven la frustración, la impotencia y la rabia. Se vuelve a reflexionar sobre el porqué. Cómo es posible que esto siga sucediendo. Una y otra vez. Tiroteos salvajes. La muerte de inocentes. Y que la escuela, un lugar que debería estar situada en un ámbito de protección, sea uno de los escenarios más escogidos para esta barbarie. También regresa el espectáculo informativo. Las entrevistas a familiares y supervivientes. Los especiales de veinticuatro horas plagados de lágrimas, gritos y dolor. Testimonios conmovedores. Un duelo colectivo-televisivo. Y surge de nuevo la cuestión de las armas. La necesidad de controlar su venta. Y el asunto se politiza.

Lo cierto es que el problema de las armas, como el problema racial, no es tanto un problema legal como un problema cultural, inherente a la tradición política del país. Ahí está la Segunda Enmienda. Aunque muchas personas la defienden sin conocer su origen. Garry Wills escribió sobre las razones por las cuales fue redactada, con las correspondientes exégesis de cada una de las cláusulas, algunas suprimidas en la versión final. Las supuestas concesiones de James Madison, autor del documento, a los antifederalistas, quienes, temerosos de un gobierno fuerte, se oponían a la Constitución. Una polémica que ha suscitado debates muy interesantes en diversas revistas académicas de derecho, historia y ciencias políticas.

"La Segunda Enmienda es una de las grandes causas de la derecha, especialmente de la derecha sureña"

La Segunda Enmienda, sin embargo, forma parte de eso que ahora llamamos políticas de identidad. Algunos de sus defensores la llevan tatuada en su cuerpo. También portan banderas y coleccionan souvenirs que reflejan el entusiasmo que sienten por esta cuestión. Posan con sus armas. Decoran las casas con ellas. Aprietan el gatillo sonriendo ante la cámara y luego lo publican en las redes sociales. Incluso algunos votan en las elecciones pensando solamente en que no les toquen sus pistolas. Este colectivo tiene un lobby, la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que presiona y censura (ahora diríamos cancela) a aquellos candidatos que demandan más controles (no su prohibición total) en la venta de rifles cuyo uso solo tiene sentido en un combate o que proponen que los compradores se sometan a una verificación de antecedentes más exhaustiva. Y por supuesto riega de dinero a los políticos que, como Ted Cruz, después de una masacre como la de Texas, ofrecen como consuelo unos cuantos Padrenuestros y niegan la relación entre los tiroteos y el acceso a las armas de fuego que se emplearon en ellos.

En los libros de historia del movimiento conservador estadounidense se le suelen dedicar unas cuantas páginas a este tema. Como el aborto (la revocación de Rose versus Wade), la bajada de impuestos y el anticomunismo, la Segunda Enmienda es una de las grandes causas de la derecha, especialmente de la derecha sureña. La NRA celebró su conferencia en Texas este viernes. Una perturbadora coincidencia. En esta ocasión varios grupos de música decidieron cancelar su aparición no solo mostrando su respeto hacia a las víctimas sino pidiendo también “cierto tipo de control”. A la conferencia sí acudió Donald Trump. Esto provocó, como relataba la National Review, alguna que otra contradicción. Había armas por todas partes excepto en la sala donde intervino el expresidente. Para entrar ahí había que pasar por los detectores de metales y dejar las metralletas fuera. Se toma esta medida, evidentemente, para evitar un posible magnicidio, otro de los recurrentes episodios en la historia de violencia nacional. Con las armas se matan niños y presidentes. Pero solo los segundos tienen Servicio Secreto.