Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde todos los rincones

Hoy no es un día cualquiera. Hoy empieza a hacerse presente un magno proyecto arquitectónico que modificará no sólo la silueta de la ciudad, sino también el paradigma de la Justicia: líneas rectas, compactas, ordenadas, blancura que únicamente se torna en crema cuando los nubarrones acechan, y múltiples ventanas vigilantes como luceros protectores.

Esta atalaya nívea y clara que se queda con nosotros para siempre no es un elemento constructivo más, porque esconde entre sus muros el alma esencial de nuestro Estado de Derecho. Supone una más que acertada representación de la idea de Justicia, que se debe mostrar desnuda de todo elemento espurio, ajena a interferencias que la manchen, y accesible a todos, desde todos los rincones. Esa es la idea del arquitecto Alfonso Penela, y desde luego que lo ha conseguido. Cuando logró deshacerse de la armadura verdosa que lo cubría, todos empezamos a comprender que este edificio lucirá decididamente como faro de su entorno. Porque es algo más, claro que sí, pues alberga el eje vertebrador de los principios constitucionales de libertad, igualdad y justicia, y el resorte que tienen los ciudadanos a su alcance para la defensa y el ejercicio de sus derechos fundamentales. Su atractivo exterior está en consonancia con su tesoro interior, porque la maquinaria judicial que encierra no supone más que la materialización de este servicio público esencial, que trabaja ilusionadamente cada día.

Este perfil señorial, que desde hace unos meses preside la ciudad, proyecta de forma inigualable la dignidad de la función jurisdiccional que fluye por dentro y que contribuye denodadamente a la actividad económica y social de Vigo como motor de toda Galicia. La simetría entre lo arquitectónico y lo funcional, entre la materialidad de una construcción y el ideal de Justicia que los hombres ansiamos, demuestra la posibilidad real de poner en valor nuestros principios constitucionales. Y nos obliga a quiénes trabajamos cobijados en sus paredes, a luchar cada día por conseguirlo, en un singular edificio que antes curaba cuerpos y que ahora debe sanar conflictos, con la misma delicadeza, tesón y empatía en un caso como en el otro.

De un tiempo a esta parte percibimos de forma más patente que el Poder Judicial es la pirámide esencial de defensa de nuestra convivencia y los ciudadanos así lo estiman habitualmente. Los edificios judiciales, cuando se mantienen o levantan en el casco urbano, están también contribuyendo a poner en valor la función que desempeñan, como catedrales laicas modernas, amables con los ciudadanos y delicadas con sus derechos. Ese mismo primor constructivo ya se distingue en la Ciudad de la Justicia, y debe impregnar una labor judicial día a día más humana, sin abandonar el rigor jurídico con un envoltorio que rezume cercanía.

Cada vez que alzo la vista y se me embotan los ojos con este edificio, pienso en Julián San Segundo, y en Antonio Romero, y en Jesús Estévez, y en Jaime Bardají, en los Decanos judiciales de esta gran ciudad que han ido tallando las peculiaridades de su función con jalones preñados de dedicación. Y pienso en todas las magistradas y todos los magistrados que, en la calle del Príncipe, en Velázquez Moreno, en la Puerta del Sol, en la calle Lalín y ahora en la Ciudad de la Justicia, han gastado y gastarán generosamente su tiempo, tantas veces sustraído a la familia, a los amigos, al mar, con el convencimiento pleno de que esa labor callada y a la par llena de altura técnica, está configurando el habitual dinamismo de Vigo y su partido judicial. Y pienso en tantas medias sonrisas esbozadas entre esos muros, tras largas horas de estudio y de propuestas de resolución, en el momento final de firmar la sentencia, y que ilumina un sentimiento indescriptible de satisfacción por el deber cumplido. Y me acuerdo de tantos fiscales, letrados de la administración de justicia y médicos forenses que colaboran fielmente y con ordinaria probidad con los juzgados. Y pienso en tantos funcionarios que aparcan el teclado para mirar, para escuchar, para acompañar, para comprender, facilitando el trabajo en la conformación del expediente judicial digital, desde el impulso imprescindible de abogados, procuradores y graduados sociales.

Y espero que los ciudadanos que pasean por las calles de Vigo, cada vez que divisen la Cidade, suspiren tranquilos porque saben que allí se encierra el elemento más preciado de su libertad. Y lo podrán hacer desde todos los rincones.

*Magistrado decano de los juzgados de Vigo

Compartir el artículo

stats